lunes, 25 de marzo de 2019

Port Kembla - Shellharbour

Port Kembla es una pequeña localidad en la costa de Illawarra, unos 100 kilómetros al Sur de Sydney, o algo más de dos horas en tren. Su nombre está asociado a la industria pesada, pues allí se localiza una importante planta siderúrgica, un enorme puerto de minerales y mercancías, y otras industrias auxiliares. El paisaje recuerda mucho a Tabaza o Veriña. El primer kilómetro de la ruta, desde la estación terminal del ferrocarril hasta llegar a la costa, se realiza a la sombra de altos hornos, gasómetros y montañas de mineral. Afortunadamente pronto se deja atrás el paisaje industrial y se llega a un parque costero.

Dirigiéndose hacia el Sur se alcanza una playa de 7 kilómetros de longitud y de arena fina e inmaculada. Tras recorrer el largo arenal hasta el extremo de la península, se regresa al asfalto para cruzar el puente sobre el estrecho que comunica el lago Illawarra con el océano. A partir de ahí, los siguientes kilómetros alternan parques, paseos marítimos y varias playas más. Todo el recorrido hasta llegar la bonita localidad de Shellharbour, unos 20 kilómetros después de empezar el paseo, es completamente plano. La belleza natural de esta zona de la costa queda complementada por la magnífica infraestructura, con innumerables mesas de picnic, barbacoas, parques infantiles, aseos con duchas, playas con servicio de salvavidas, carriles bici, etc. Para concluir el paseo hay que abandonar la costa y callejear hacia el interior hasta llegar a la estación de tren de Shellharbour.








lunes, 11 de marzo de 2019

Wombeyan Caves

A tres horas en coche desde Sydney, y a unos 50 kilómetros al Sur de las famosas cuevas de Jenolan se encuentran las cuevas de Wombeyan. Son bastante menos populares que sus vecinas del Norte porque se encuentran más lejos de la ciudad y los accesos son más difíciles: imposible para autobuses y complicado para turismos. Viniendo desde el Oeste, los últimos 20 kilómetros están sin asfaltar. El acceso desde el Este es una pista de 65 kilómetros solo para todoterrenos.

Las cuevas se encuentran en un bonito valle cerrado por todos lados. El río, que solo fluye en temporada húmeda, desaparece dentro de la montaña. Existen varias cuevas habilitadas para el turismo, algunas con guía y otras de visita libre. Yo visité la cueva de Wollondilly, por la que se realiza un recorrido lineal siguiendo un antiguo cauce subterráneo. La visita es bastante más exigente que la de cuevas como Valporquero o El Soplao porque hay abundantes tramos de escaleras metálicas casi verticales, pasajes bastante estrechos y techos muy bajos que obligan a caminar con la espalda doblada. Aunque no es tan espectacular como las cuevas españolas citadas, la visita a Wollondilly merece la pena.

A la entrada del complejo de cuevas hay una zona de acampada con unos equipamientos excelentes considerando lo remoto de la localización. Hay duchas con agua caliente, una cocina y un salón comunitarios, una pequeña tienda, un campo de juegos, dos pistas de tenis, etc. Como es habitual, todo perfectamente mantenido excepto las pistas de tenis, que parecen abandonadas. También hay un par de rutas señalizadas para pasear por los alrededores. Durante mi estancia en el campamento, además de los habituales canguros también se pasearon entre las tiendas unas cuantas goannas de notable tamaño.









sábado, 2 de marzo de 2019

Juicios y noticias

Australia ha sido sacudida esta semana por la publicación del fallo del jurado que ha condenado al máximo responsable en Australia de una conocida corporación internacional. El tribunal considera probado que el acusado, de 77 años, cometió horribles crímenes con dos víctimas menores de edad hace más de 20 años. Los detalles que se han conocido acerca de estos crímenes son desgarradores. El condenado no es ningún desconocido: ha sido la cabeza visible en Australia de dicha corporación durante las últimas dos décadas, número tres en la jerarquía internacional de la organización, vicepresidente de finanzas de esta enorme corporación, y hasta hace poco, miembro de su selecta junta directiva global y consejero directo del CEO.

Irónicamente, el condenado había estado a cargo de anteriores investigaciones de crímenes similares en el seno de la misma organización, que ya acumula varias condenas, muchas denuncias y según algunos informes, miles de posibles casos similares solo en Australia, un país de apenas 25 millones de habitantes. El condenado también había utilizado su enorme influencia para tratar de frenar la igualdad de derechos para los homosexuales y para defender el celibato. Según el fallo del jurado, el condenado no predicaba con el ejemplo en ninguno de estos aspectos.

Pese a los repetidos mensajes de tolerancia cero que la corporación ha emitido recientemente de cara a la galería, el condenado sigue en nómina en uno de los puestos de más alto rango. Tan solo ha sido relevado de algunas de sus responsabilidades, y ha recibido el consejo de no estar a solas con menores de edad. El condenado también ha recibido muestras de apoyo públicas, incluidas cartas al tribunal ensalzando su buen carácter y rogando clemencia, por parte de al menos dos ex-primer ministros de Australia. El cuartel general de la organización en Australia, ubicado en un templo similar al que, según el jurado, fue escenario de los crímenes tras una de las reuniones dominicales con los clientes más fieles de la organización, ha anunciado que no tiene intención de retirar la placa conmemorativa con el nombre y el retrato del condenado que adorna el pórtico de entrada al edificio. Quienes muestran su apoyo al condenado argumentan que todavía cabe la posibilidad de un recurso, y que es posible que el recurso prospere debido a que la condena no se cimienta en pruebas materiales sino en el testimonio acusador de una de las víctimas (la otra falleció hace unos años).

Aunque este caso ha ocupado los titulares esta semana, en realidad la noticia no es nueva. Después de años de investigaciones durante los que el sospechoso estuvo refugiado en un minúsculo estado europeo y solo se prestó a declarar a través de videoconferencia, el año pasado el sospechoso fue finalmente reclamado por la justicia australiana, aterrizó en el país delante de los flashes de las cámaras y tuvo que personarse ante un tribunal. Fue en ese momento cuando la cobertura mediática sufrió un apagón. El juez declaró un embargo total sobre todas las informaciones relativas al juicio, un procedimiento poco habitual pero no único. El motivo: el sujeto tenía varias causas pendientes, y se sospechaba que la atención mediática sobre el primer juicio podría condicionar al jurado del siguiente caso. El primer juicio se celebró dos veces (el primer jurado no llegó a un acuerdo), y en diciembre de 2018, un tribunal popular pronunció su fallo. Los periodistas estuvieron presentes en el juicio tomando notas, pero sin poder publicar nada. El día del fallo algunos medios nacionales publicaron que se había producido una gran noticia, pero que tenían prohibido informar al respecto. Sin embargo, las leyes garantistas de la justicia terrenal han quedado obsoletas en la era de Internet: medios de comunicación extranjeros como la CNN o el Washington Post publicaron la noticia. El nombre del condenado se convirtió en "trending topic" en Australia, y en cuestión de horas la página de Wikipedia ya estaba actualizada. El apagón informativo continuó dos meses más, hasta que esta semana se tomó la decisión de cancelar el segundo juicio relacionado con unas acusaciones que se remontan 40 años atrás. La prensa australiana por fin pudo informar con grandes titulares y reportajes. No obstante, el juez está furioso porque considera que algunos medios se habían adelantado al publicar durante estos meses informaciones más o menos veladas sobre el fallo. Más de treinta periodistas han recibido cartas pidiendo explicaciones y amenazando con severas penas de cárcel.

Con la corporación hemos topado, amigo Sancho.