Ayer fui al estadio olímpico de Sydney (ahora renombrado por motivos de patrocinio) para asistir a un partido de la AFL, la liga de fútbol australiano. Ojo, no confundir el fútbol australiano con el fútbol ("soccer") que se juega en España. Enseguida hablaré de eso.
El de ayer era un partido de "máxima rivalidad", ya que se enfrentaban los Cisnes de Sydney contra las Urracas de Collinwood (Melbourne). Ya he comentado en otras ocasiones la rivalidad entre las dos principales ciudades de Australia. El estadio tiene un aforo de 84.000 y ayer estaba, en el sentido más matemático de la expresión, medio vacío, pues la asistencia fue de 42.000 personas. Los precios de las entradas no son disparatados; la mía costó 50 dólares. Para completar la crónica del pre-partido, y cumpliendo con los tópicos del radioperiodismo, informaré de que la temperatura a las 7:40, hora de comienzo del partido, era de unos estupendos 20 grados tras un día de "duro invierno" de Sydney.
La afición australiana no es muy bulliciosa, y no se prodiga en cánticos, gritos, bombos ni otros entretenimientos. Sólo ruge un poco cuando su equipo marca un gol. Para ser honestos, la hinchada de las Urracas, una minoría blanquinegra entre una mayoría local blanquirroja, sí se hacía notar un poco más. La afición local no tuvo su noche. Buena parte del respetable se levantó de sus asientos durante el último cuarto y desfiló hacia la calle, disgustados porque recibieron una notable paliza del equipo visitante. El marcador final fue 10.11 (71) contra 14.16 (100), lo que significa que las Urracas consiguieron 100 puntos, gracias a 14 goles que valen 6 puntos cada uno, y 16 "minigoles" que sólo valen un punto. ¿Cuál es la diferencia? Como se ve en la fotografía, la portería tiene 4 postes. Un gol vale 6 puntos entre los postes centrales, y sólo 1 punto entre los laterales.
También se observa en la foto que el campo de juego es enorme y ovalado. Hay mucha gente sobre el terreno de juego: 18 jugadores por cada equipo, 5 árbitros, técnicos y aguadores, todos corriendo, unos para tratar de coger la pelota ovalada y otros para alejarse de ella y no estorbar. El ritmo de juego es frenético, y las reglas son bastante extrañas. El esfuerzo físico y el frenesí pasa factura, y la elaboración del juego dista bastante de la del Barcelona de Xavi e Iniesta. En este juego se trata de hacer proezas físicas para coger el balón (con las manos) y zafarse de los oponentes que no se andan con tonterías a la hora de detener al rival. El recurso al balonazo es recibido con aprobación por la grada. El tiki-taka es tan escaso que atrapar un pase largo está recompensado con un tiro libre.
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