viernes, 20 de diciembre de 2019

Milford Sound

Milford Sound es un fiordo en un lugar remoto de un país ya de por si remoto, pero pese a todo, atrae a un gran número de visitantes, cerca de un millón al año. Es fácil entender la razón. Rudyard Kipling lo describió como "la octava maravilla del mundo", y ocupa uno de los lugares de honor en la lista de cualquier guía de viajes o web de opiniones de viajeros. Personalmente no sé si colocarlo en primer o segundo lugar en mi lista de favoritos (el otro contendiente son las cataratas de Iguazú).

Este lugar era conocido por los Maoríes, pero los Europeos tardamos un poco más en encontrarlo. El capitán Cook pasó por la costa pero no se atrevió a entrar en el fiordo, temiendo que el viento le impidiera salir. Los primeros marinos en adentrarse por los 15 kilómetros del fiordo lo hicieron hace 200 años, y los relatos de las maravillas que vieron hicieron que comenzase una industria decimonónica de cruceros turísticos provenientes de Australia (2000 kilómetros al Oeste) o rodeando completamente la isla Sur de Nueva Zelanda desde Dunedin. El acceso por tierra no fue posible hasta que en 1888 se abrió la senda de Milford Track. El acceso rodado solo fue posible a partir de 1956 con la apertura de una precaria carretera de montaña y un estrecho túnel que todavía hoy constituyen la única vía de acceso, cuando las avalanchas y las inundaciones lo permiten.

Llegué a Milford Sound tras atravesar las montañas por Milford Track. Al fondo del fiordo hay una minúscula localidad que es básicamente un intercambiador de transportes: cuenta con una terminal de autobuses (la mayoría de turistas llegan tras un viaje de 5 horas desde Queenstown), un puerto para embarcar en uno de los múltiples cruceros de 2 horas que recorren el fiordo, y un diminuto aeropuerto para pequeños aeroplanos y helicópteros. Esa tarde el cielo estaba parcialmente cubierto, pero el viento era intenso y anticipaba tormenta. Y así fue: a la mañana siguiente, cuando realicé el crucero, la lluvia era torrencial y los vientos huracanados. Los visitantes no deben esperar otra cosa: Milford Sound recibe entre 6 y 9 metros de lluvia cada año. Para poner esa pluviometría en perspectiva: ni Oviedo ni Gijón alcanzan 1 metro de lluvia al año.

Lejos de arruinar la visita, el diluvio hizo que el paisaje fuera aún más increíble. El fiordo es un cañón de 15 kilómetros de longitud y 3 de ancho. Las paredes son casi completamente verticales, con una altura de entre 1200 y 1500 metros, prolongándose varios cientos de metros más por debajo de la superficie. Hay varias cascadas permanentes, pero la lluvia había convertido las laderas en cortinas de agua. Los vientos huracanados rizaban las aguas negras y, al impactar contra las laderas, desviaban las cascadas o incluso en algunos casos invertían el flujo, haciendo que el agua subiese nuevamente hacia el cielo en lugar de caer al mar. En las orillas, colonias de pingüinos se remojaban en las rocas.







sábado, 14 de diciembre de 2019

Tranvías

Hoy ha circulado un tranvía por el centro de Sydney. La última vez que eso sucedió fue en 1961.

Durante más de 80 años, Sydney tuvo una de las mayores redes de tranvías del mundo. Casi 300 kilómetros de longitud, 1,600 vehículos y 400 millones de pasajeros al año. Pero a mediados del siglo XX, los planificadores urbanos consideraron que el medio de transporte del futuro era el automóvil privado y el autobús. La red fue desmantelada, los raíles fueron cubiertos con asfalto, y los vehículos fueron incinerados, excepto los que se conservan en museos. Las cocheras fueron derribadas o destinadas a otros usos. La más espectacular de estas transformaciones fue tuvo lugar en Fort Macquarie: en el solar que en su día ocuparon los tranvías se levanta ahora la icónica Sydney Opera House.

Durante las siguientes décadas, los automóviles y autobuses se apoderaron de las principales calles de Sydney. Cuando llegué aquí, mi primer pensamiento fue que esta ciudad desaprovechaba su potencial. Comparada con ciudades europeas, cuyos centros urbanos han sido últimamente recuperados para los peatones, las principales calles de Sydney mostraban un triste panorama de estrechas aceras e largas filas de autobuses haciendo la conga a paso de tortuga.

En 2015 comenzaron las obras para volver a instalar un tranvía por la calle principal de Sydney. Se trata de una modesta ruta de 10 kilómetros, pero con enorme potencial para transformar la ciudad. Varios tramos de George Street han sido peatonalizados y convertidos en bulevares, haciéndolos mucho más atractivos. Por desgracia, también ha sido necesario instalar antiestéticas barricadas anti-terrorismo.

Los tranvías que han empezado a circular hoy son inusualmente largos. Miden 67 metros de longitud,  casi un récord mundial. Naturalmente los andenes también son igualmente largos. En la parte más alejada del centro la ruta tiene pantógrafos, pero en George Street se ha instalado un sistema de alimentación por el suelo mediante un "tercer raíl" dividido en segmentos. Solo los segmentos que quedan debajo del vehículo tienen tensión.

Pese a transcurrir casi íntegramente sobre una de las antiguas líneas de tranvía, la construcción de esta moderna línea ha estado plagada de problemas, litigios, retrasos y sobrecostes. La construcción ha durado 4 años, y todavía no está completa (una de las ramas se terminará dentro de unos meses). El contrato fue adjudicado en 2014 a una empresa española, Acciona, la misma empresa que perforó los túneles de la variante de Pajares. El proyecto debía haber costado 1.6 billones de dólares y menos de 3 años. Pero cuando las obras ya habían comenzado y las principales arterias de Sydney se habían convertido en ruidosas trincheras, la empresa denunció a la administración porque, al parecer, no le habían facilitado toda la información necesaria ni habían asegurado la colaboración de las distribuidoras de gas y electricidad. Resulta que al levantar el asfalto de las calles más antiguas de la ciudad más antigua de Australia aparecieron no solo los antiguos railes, sino también canalizaciones de gas y electricidad que no figuraban en los esquemas, y hasta un cementerio de la época colonial. El proyecto acumuló retrasos, para desesperación de los ciudadanos y de los comerciantes de las calles afectadas. A día de hoy, con las obras entregadas solo parcialmente, el coste se eleva a casi 3 billones de dólares, más una concesión para la explotación de la línea durante dos décadas, es decir un coste comparable a la variante de Pajares. Como las autoridades han admitido, eliminar el tranvía en 1961 no fue una gran idea, y quizás habría que haberlo mantenido funcionando, como hizo Melbourne.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Los escándalos del Ministro de Energía y Reducción de Emisiones

Angus Taylor está esta semana en Madrid, asistiendo a COP25, la Conferencia sobre Cambio Climático. No creo que muchos españoles conozcan a este personaje. Es el titular del Ministerio de Energía y Reducción de Emisiones del Gobierno de Australia. Teniendo en cuenta que Australia es uno de los mayores exportadores de energía fósil del mundo, y que es responsable del 3.6% de las emisiones pese a representar solo el 0.33% de la población mundial, queda clara la enorme responsabilidad y oportunidad que tiene ante sí este Ministro. No obstante, eso es un tema para otro artículo en este blog.

En este artículo voy a hablar de la personalidad del Ministro y su complicada relación con la ley y la verdad.

Angus es, o por lo menos hasta ahora era, una de las figuras emergentes del partido Liberal. Relativamente joven, con buena presencia, un perfil de exitoso empresario y un currículum académico en las mejores instituciones incluyendo un máster en Oxford. Tras dar el salto de la empresa privada a la política, llegó al parlamento en 2013 siendo uno de los mayores donantes al partido, y desde entonces ha tenido una ascensión fulgurante. Ministro asistente en 2016, Ministro de una cartera menor en 2017, y finalmente, tras tener un papel relevante en el alzamiento contra el Primer Ministro Malcolm Turnbull, nombrado Ministro de Energía y Reducción de Emisiones en 2018, una cartera de enorme importancia en Australia. Su nombramiento causó revuelo, puesto que Angus había dejado clara en el pasado su oposición a la energía eólica y su entusiasmo por el gas natural.

En poco más de un año como Ministro, Angus acumula una serie de escándalos, varios de los cuales revelan interesantes aspectos de su personalidad.

En su primer discurso en el Parlamento, y a propósito de la corrección política, Angus puso com ejemplo que durante su estancia en Oxford en 1991 había sido vecino de la escritora americana Naomi Wolf, y que habían discutido sobre la conveniencia o no de poner un árbol de Navidad en el college. El problema es que Naomi se había marchado de Oxford años antes, y vivía en Nueva York en 1991. En lugar de rectificar su relato, Angus exigió una disculpa a Naomi por acusarle de antisemitismo.

En Julio de 2019, mientras estaba siendo cuestionado en el Parlamento por su participación en un presunto caso de tráfico de influencias un par de años atrás, Angus usó como coartada que el 21 de Febrero de 2017 había estado en Yass, una localidad rural a 300 kilómetros de Sydney, charlando con los granjeros. Las actas del Parlamento indican que ese día Angus no estaba en Yass, sino en Sydney participando en una mesa redonda.

En 2017, el gobierno pagó $80 millones a una empresa para recomprar unos derechos de agua, lo que supuso un beneficio de $52 millones para esa empresa. La compra se realizó sin concurso público, y el dinero fue transferido a una cuenta en las islas Caimán a nombre de un fondo de inversión en Hong Kong. Uno de los inversores en ese fondo era el compañero de remo de Angus Taylor, y el propio Angus había sido director del fondo hasta que entró en el parlamento.

En Mayo de 2019, durante la campaña electoral y ya siendo Ministro, Angus publicó en su cuenta oficial de Facebook un artículo en el que prometía construir un aparcamiento en su circunscripción electoral. A continuación, sin reparar en que seguía registrado en Facebook con la misma cuenta, añadió el siguiente comentario: "Fantastic. Great move. Well done Angus". Obviamente estaba muy satisfecho por su promesa y no podía esperar a que los ciudadanos reaccionasen con elogios. Cuando el bochornoso monólogo narcisista se convirtió en el hazmerreír en Australia y comenzó a generar preguntas sobre la autenticidad de otros comentarios similares, Angus tuvo un ataque de humildad y borró el comentario autoelogioso. Nunca ha dado una explicación de cómo ese comentario fue publicado.

Pero quizás el escándalo más ridículo (hasta ahora) ha sido el que le ha enfrentado a Clover Moore, la veterana alcaldesa de Sydney. Clover es una independiente con políticas socialmente progresistas y un claro liderazgo en la lucha contra el cambio climático. El ayuntamiento lleva siendo "carbon neutral" desde 2007, y el próximo año alcanzará el 100% en el uso de energías renovables. Ojalá otras administraciones pudieran decir lo mismo. En lugar de felicitar al Ayuntamiento de Sydney por sus logros y compromisos, el Ministro de Energía y Reducción de Emisiones envió una carta a Clover acusándola de hipócrita, puesto que el Ayuntamiento había gastado al año anterior $15.9 millones en viajes, incluyendo los denostados viajes altamente contaminantes en avión. Para que los ciudadanos se enterasen bien, el Ministro filtró la carta a un tabloide afín, el Daily Telegraph de Rupert Murdoch, que la publicó.

Clover desmintió la acusación y se puso en contacto con el Daily Telegraph para aclarar el origen de la información. El tabloide respondió con una copia del informe de cuentas del Ayuntamiento de Sydney que supuestamente contenía esa cifra. Clover también preguntó a los periodistas cuál era su fuente, a lo que estos respondieron cándidamente que habían obtenido el documento directamente de la oficina del Ministro. El problema es que ese documento no se correspondía con el que el Ayuntamiento tenía publicado en su propia página web. La diferencia era sustancial. Según el documento original, los gastos de viajes de los 10 concejales, incluyendo la alcaldesa, ascendían a un total de $6,000. Incluso incluyendo a todo el personal del Ayuntamiento (unos 2,000 funcionarios), los gastos solo llegaban a $200,000.

Angus tuvo que pasar a la defensiva. En lugar de negar que el documento de los $15.9 millones provenía de su oficina, su estrategia fue declarar que dicho documento había sido descargado de la web del Ayuntamiento, pero que el Ayuntamiento lo había modificado posteriormente, insinuando que había sido víctima de una maquiavélica conspiración para hacerle quedar mal. El problema es que los registros de auditoria del Ayuntamiento, además de varias fuentes independientes como el Internet Archive, indican que el documento presente en la web del Ayuntamiento nunca ha sido modificado desde su publicación. Además, el documento de los $15.9 millones contiene indicios de haber sido manipulado de forma bastante torpe usando Word y exportándolo a PDF, además de un error de bulto puesto que las cantidades están en dólares, no en millones de dólares. Un simple vistazo a los documentos levanta fuertes sospechas de una manipulación precipitada.

Acorralado por las pruebas, pero lejos de dar su brazo a torcer, Angus guardó silencio mientras el escándalo arreciaba. Al cabo de unos días se vio obligado a escribir una nueva carta a Clover Moore pidiendo disculpas por el error, pero sin aclarar la procedencia del documento falso. La alcaldesa decidió no hacer leña y ocuparse de otros asuntos más importantes, pero el partido Laborista olió sangre y decidió presentar una denuncia ante la policía por falsificación de documentos públicos. Unos días después, la policía anunciaba la apertura formal de una investigación.

La carrera de Angus parecía acabada. Un fallido ataque gratuito e injustificado usando pruebas manipuladas debería ser la tumba política de cualquier Ministro. Inmediatamente tras conocerse la apertura de la investigación policial, los Laboristas pidieron el cese del Ministro, de acuerdo con el código del Parlamento que especifica que si un Ministro resulta investigado, debe ser apartado de sus funciones. Pero el Primer Ministro Scott Morrison intervino en la tribuna de oradores del Parlamento para anunciar que tras conocer la noticia de la apertura de la investigación policial, había telefoneado al jefe de la Policía para preguntar sobre el caso, y que no veía ningún motivo para cesar a Angus...

¡Un momento! El Parlamento quedó estupefacto. El Primer Ministro acababa de declarar públicamente, con luz y taquígrafos, que había llamado al jefe de la Policía a propósito de una investigación abierta contra uno de sus ministros. A la torpeza de Angus se unía ahora la colosal torpeza del Primer Ministro. Inmediatamente le pidieron que aclarase los detalles de esa llamada y que publicase la transcripción. ¿Acaso había coaccionado a la Policía para obtener un trato de favor para Angus? Scott Morrison lo desmintió, pero si aportar más información. Los periodistas acudieron al jefe de la Policía, que declaró que el Primer Ministro no le había pedido nada inapropiado. También dijo que al principio no había contestado a la llamada porque provenía de un número desconocido, y que solo contestó debido a la insistencia. En otras palabras, el Primer Ministro había utilizado un teléfono 'no oficial' para hacer esta llamada sin que quedase registrada.

Mientras tanto, Angus sigue sin dar una explicación verosímil del origen del documento falsificado. En los últimos días se ha conocido que los servidores web del Ayuntamiento de Sydney mantienen un registro de acceso ("access log", para los informáticos) que podría revelar quién descargó el documento que fue posteriormente modificado. La policía se ha mostrado interesada en esta información, por lo que quizás pronto sepamos más.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Milford Track

En 1812, marinos europeos descubrieron el maravilloso Milford Sound (del que hablaré en la próxima entrada en este blog) en la remota e inaccesible costa Oeste de la isla sur de Nueva Zelanda.  El lugar pronto se hizo famoso entre los turistas de la época, pero solo se podía acceder mediante un largo viaje en barco rodeando la isla, o navegando desde Australia. En 1888 el explorador escocés Quintin McKinnon abrió una ruta de montaña de 53 kilómetros entre el lago Te Anau y Milford Sound y comenzó a guiar grupos. Esta ruta, llamada Milford Track, enseguida atrajo a los turistas más aventureros, y en particular a mujeres. Apenas 20 años después, la poetisa y sufragista inglesa Blanche Baughan completó la ruta y escribió un artículo describiéndola como la mejor ruta del mundo. Desde entonces, la fama del lugar no ha parado de crecer.

El acceso a Milford Track está regulado, y solo está abierto 6 meses al año (en invierno la ruta está cerrada por el riesgo de avalanchas y riadas). Solo se permiten 90 caminantes por día, y todos tienen que caminar en dirección norte. Se puede hacer de manera independiente o con una empresa que ofrece un servicio de guías y comfortables alojamientos. El recorrido habitual requiere 5 días y 4 noches. La ruta se encuentra en una zona remota del parque nacional Fiordland. No hay acceso rodado a ningún punto del recorrido, por lo que es necesario realizar transbordos en barca tanto al principio como al final. Esta zona del mundo registra unas prodigiosas cantidades de lluvia, lo que permite disfrutar de innumerables cascadas y una exuberante vegetación.

Comenzando desde el embarcadero de Te Anau Downs, un viaje en barca de una hora atraviesa el lago Te Anau hasta su extremo norte pasando junto al cenotafio de Quintin McKinnon, que desapareció en esas aguas. Allí desemboca el río Clinton, por cuyo valle transcurre la ruta en sus tres primeros días. La orografía glaciar de este valle es un ejemplo de libro, con una sección en U cuyas paredes laterales se elevan 1500 metros verticalmente sobre el fondo del valle. En primavera todavía queda bastante nieve en las cumbres, lo que provoca riesgo de avalanchas sobre el valle. En los lugares más expuestos, unos carteles recomiendan no detenerse y pasar rápidamente. Los ocasionales ruidos de avalanchas invitan a tomarse la recomendación muy en serio.

La senda está en excelentes condiciones de mantenimiento, considerando las dificultades del terreno y el clima. Espectaculares puentes colgantes permiten cruzar el río, y pasarelas metálicas permiten salvar la mayoría de los torrentes que se precipitan por las paredes del valle. No obstante, las tormentas provocan inundaciones, por lo que es inevitable tener que vadear zonas inundadas y arroyos desbordados. Resulta encomiable el esfuerzo que realiza el Departamento de Conservación de Nueva Zelanda para mantener la senda abierta y razonablemente segura, y al mismo tiempo perfectamente integrada con el paisaje. Los viajeros también contribuyen, ya que en 5 días de marcha no vi nada de basura.

El tercer día de la caminata es el único que tiene un perfil difícil. La senda asciende en zigzag para elevarse sobre el valle y alcanzar McKinnon Pass, un puerto de unos 1000 metros de altura y que conecta con el siguiente valle. Las vistas desde el puerto se supone que son magníficas, pero cuando yo pasé por allí la niebla apenas me permitió ver algunos retazos. La ruta de descenso traza un amplio arco por la cabecera del valle con un cómodo gradiente, pero al principio de la temporada se encuentra cerrada por el riesgo de avalanchas. La alternativa es una variante que desciende mucho más abruptamente. Una vez completado el descenso, una ruta lateral de 90 minutos permite visitar la base de Sutherland Falls, un conjunto de tres cascadas encadenadas con un total de 580 metros de caída.

Los últimos 20 km de Milford Track son un sencillo paseo descendiendo por el valle del río Arthur, que va abriéndose progresivamente y convirtiéndose en un estuario. Varios lagos y cascadas añaden belleza al paisaje. El punto final de la ruta se llama Sandfly Point debido a unos pequeños mosquitos que producen molestas picaduras. Allí hay un embarcadero para cruzar el fiordo y terminar en Milford Sound.

No puedo decir que Milford Sound sea la mejor ruta del mundo puesto que no conozco todos los candidatos que se disputan ese título, pero sí que puedo afirmar que es un paraíso para los amantes de la naturaleza, con unos paisajes de una belleza indescriptible.










domingo, 1 de diciembre de 2019

Prospect Reservoir

El centro de Sydney todavía tiene bastante que mejorar en cuanto a carriles bici, pero en las afueras hay una importante red de pistas ciclistas. En el Oeste hay un circuito que conecta parques y antiguos acueductos reconvertidos para el ciclismo para dar una vuelta de 35 kilómetros. Comenzando desde la estación de Guildford, los primeros 10 kilómetros transcurren junto a grandes tuberías de agua, y en algunos tramos, por el cauce de un antiguo canal, amplio y perfectamente llano. El siguiente tramo transcurre paralelo al dique de la presa de Prospect Reservoir. Construida en 1888, lleva más de 130 años proporcionando agua potable a Sydney. Aquí la ruta asciende una colina antes de girar hacia el Sur y continuar por varios parques y granjas. Al llegar a Abbotsbury, la pista gira hacia el Este y atraviesa una urbanización hasta encontrarse con el nacimiento del arroyo Orphan Creek. Los siguientes kilómetros acompañan a este arroyo en un suave descenso. Por desgracia, este arroyo presenta un aspecto lamentable por los plásticos arrastrados por las crecidas. Tras atravesar varias zonas deportivas, la pista llega a la estación de Canley Vale. Para completar el circuito, la pista continua en paralelo a las vías del ferrocarril durante otros 5 kilómetros. Todo el circuito se encuentra hormigonado, razonablemente bien señalizado y en perfectas condiciones para circular en bicicleta con seguridad. En algunos lugares hay que cruzar perpendicularmente calles y carreteras, en ocasiones mediate semáforos, túneles y pasarelas elevadas.

Queenstown

Queenstown es una localidad en la región alpina de la isla sur de Nueva Zelanda. Se encuentra la orilla del lago Wakatipu, un lago glaciar con forma de Z de 80 kilómetros de longitud, y casi completamente rodeada por imponentes montañas. La superficie del lago se encuentra en la cota 300 metros, pero en algunos lugares tiene casi 400 metros de profundidad, por lo que el fondo se encuentra por debajo del nivel del mar.

Queenstown tiene una población de 15,000 habitantes, pero una gran importancia como polo turístico. El aeropuerto tiene vuelos directos a Sydney y una aproximación que pone los pelos de punta. En invierno, el principal atractivo son varias estaciones de esquí cercanas. Y en verano, Queenstown presume de ser uno de los mejores sitios del mundo para practicar turismo de aventura. Desde luego no será por falta de oferta: saltos en paracaídas, descensos por aguas bravas, vuelos panorámicos en helicóptero, "puenting", navegación en lanchas a reacción por estrechos cañones, rutas en bicicleta de montaña, submarinismo, descenso de colinas en una especie de patinetes, etcétera. Y por supuesto, sendas de montaña.

El núcleo urbano es pequeño y está saturado de bares y restaurantes, tiendas de ropa deportiva, centros para contratar actividades turísticas, e incluso tiendas de marcas de lujo más propias de los Campos Elíseos que de una pequeña localidad en uno de los lugares más remotos del mundo. Aunque hay algunos "mochileros", está claro que este rincón del mundo recibe un turismo bastante exclusivo. El precio de la vivienda es el más alto del país, y el desarrollo urbanístico está comenzando su ebullición.

Desde el centro de la ciudad se pueden realizar varias rutas. Una de ellas es Queenstown Hill. Es una corta pero rápida ascensión de 500 metros de desnivel atravesando un hermoso bosque de pinos. Desde la cima de la colina hay una vista de 360 grados. Otra ascensión desde el mismo centro urbano, también de 500 metros, lleva hasta la estación superior del teleférico Skyline, con unas vistas de postal sobre la ciudad, el lago y al fondo la impresionante muralla de The Remarkables (nombre muy apropiado), con sus cimas de más de 2300 metros de altura. Desde esta estación se puede hacer otra ruta que lleva a la cima del Ben Lomod, aunque por falta de tiempo esta excursión me ha quedado pendiente.