martes, 18 de septiembre de 2018

Relevos en el gobierno, otra vez

Continuando con una tradición australiana, el primer ministro electo no ha sido capaz de terminar la legislatura. Una vez más, ha sido derribado por su propio partido.

Hace 3 años Malcolm Turnbull derrocaba a Tony Abbott en mitad de la legislatura, y ha gobernado desde entonces, ganando por los pelos las últimas elecciones. No creo que Turnbull pase a la historia como un intelectual, pero a diferencia de su antecesor, demostró ser capaz de elaborar argumentos complejos y evitar avergonzarse a si mismo y a toda la nación con cada intervención pública. Tampoco es un progresista, pero nunca pareció encajar cómodamente en el partido conservador. Por ejemplo, en el pasado ha sido un activista por la república, y su legislatura será recordada por su calculado entusiasmo por la legalización del matrimonio homosexual.

Los 3 años de Turnbull también serán recordados por la oposición ejercida desde su mismo partido por Abbott, incapaz de ocultar su revanchismo. Como algunos han dicho, en su afán por boicotear cualquier iniciativa, Abbot parecía haber perdido el contacto con la realidad de Australia. Por ejemplo, se opuso ferozmente al matrimonio homosexual, aunque la votación demostró que en Australia en general, y su circunscripción electoral en particular, había una amplia mayoría a favor. También intervino diariamente en medios de comunicación y el parlamento para pedir subvenciones para las centrales térmicas, pedir la apertura de nuevas minas de carbón, y oponerse a cualquier medida para limitar la emisión de gases de efecto invernadero, al mismo tiempo que los australianos parecen estar dándose cuenta finalmente de la importancia de descarbonizar el futuro. Otro ejemplo más: Abbott seguía tuiteando como si aún fuera el primer ministro.

Hace unas semanas, el gobierno de Turnbull tomó una serie de decisiones sobre reducción de gases, y también sobre impuestos para las grandes compañías. Inmediatamente comenzaron los rumores sobre su sustitución. El primer nombre que saltó a la palestra fue el del superministro de Interior e Inmigración, Petter Dutton. Turnbull parecía tener las horas contadas, pero en una sospechosa coincidencia, los medios de comunicación destaparon un par de escándalos del aspirante. Dutton podía tener un conflicto de intereses (simplificando: se había entregado una subvención a si mismo) y presuntamente había intervenido con sus poderes de superministro para adjudicar a dedo un visado para la au-pair de un amigo. El proceso de relevo siguió adelante, pero Dutton perdió la votación. Turnbull salvó la primera bola de partido.

Unos días después, Dutton volvió a la carga, pidiendo una nueva votación. Esta vez, el partido decidió cambiar las reglas y hacer dos votaciones: una para decidir si Turnbull debía seguir, y en caso contrario, otra para elegir a su relevo. Turnbull cayó en la primera votación, pero no fue Dutton sino Scott Morrison, hasta entonces Ministro de Economía, quien ganó la segunda votación. En unas horas, Australia tenía un nuevo primer ministro, y Turnbull lanzaba un último mensaje renunciando a su escaño, haciendo las maletas y exiliándose en Nueva York. Nadie duda que el relevo fue orquestado por Abbott, que trató de hacer primer ministro a alguien de su confianza, sabiendo que él mismo era inelegible.

Oficialmente, el motivo esgrimido por el partido para relevar al primer ministro es que Turnbull estaba cayendo en popularidad y bajando en las encuestas, y las próximas elecciones están a la vuelta del calendario. Resulta curioso que la solución ha sido reemplazar a Turnbull por Dutton (que es bastante impopular) o Morrison (que era un desconocido incluso en su distrito electoral).

El nuevo primer ministro se declara profundamente Cristiano. Desde su primer día como primer ministro ha dicho que la defensa de la libertad de religión será una de sus prioridades, pero como es bien sabido, en neolengua esto es un eufemismo para atacar los progresos en igualdad y libertad sexual. Por ejemplo, Morrison ha dicho que la diversidad sexual le produce escalofríos, y que las políticas anti-acoso que se pusieron en marcha en las escuelas deben ser eliminadas. Al igual que con la Educación para la Ciudadanía en España, hay quien piensa que educar en diversidad necesariamente convierte a la próxima generación en gays y lesbianas. Tampoco parece que Morrison vaya a impulsar a Australia hacia el futuro. Ya han comenzado los rumores de que Australia podría abandonar sus compromisos del Acuerdo de París.

Según parece, las recientes votaciones en partido conservador fueron traumáticas. En las semanas posteriores al relevo, varios parlamentarias del partido han anunciado su renuncia al escaño y su retirada de la política. Algunas de ellas han denunciado públicamente haber sido sometidas a gran presión ("bullying") por parte de veteranos del partido y de los medios de comunicación afines para que votasen en una dirección concreta. Y las bases del partido se han revuelto contra Abbott por su deslealtad, y amenazan con forzarle a descabalgarse finalmente del escaño que ocupa desde hace 25 años. Si eso sucede, Abbott se irá tras haber consumado su vendetta.

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