El pasado Sábado se celebraron elecciones en varios municipios.
El municipio de la ciudad de Sydney es relativamente pequeño. Solo incluye los barrios más céntricos, con una población de 170.000 habitantes, es decir, menor que Oviedo. En comparación, el área metropolitana tiene un total 5 millones de habitantes.
En Sydney la alcaldesa Clover Moore revalidó su puesto para un cuarto mandato con una amplia mayoría. La reelección parecía cantada gracias a su popularidad. La señora Moore es una candidata independiente, no asociada con ninguno de los partidos tradicionales. Entre sus méritos se cuentan su apuesta por las energías verdes, unas cuentas saneadas, la construcción de una creciente red de carriles bici o su compromiso con los derechos de los homosexuales. También se le reconoce un gobierno libre de escándalos de corrupción (que también existe por estas latitudes) y de juegos de sillas (como en el gobierno nacional). Y a pesar de la enorme inflación de los precios del suelo, el gobierno municipal se ha mantenido relativamente al margen de las grandes operaciones especulativas llevadas a cabo sobre todo por otras administraciones (por ejemplo Barangaroo y otros casos), e incluso ha denunciado algunos de esos manejes.
Lamentablemente, en lugar de admiración e inspiración, los líderes de estas otras administraciones, especialmente el gobierno del estado de New South Wales, parecen más interesados en desalojar a Moore. En 2012 hicieron una ley de incompatibilidades para obligarla a renunciar a su escaño en el parlamento estatal; la iniciativa fue tan obviamente dirigida que la ley se conoce por el sobrenombre de "Get Clover Law". Moore tuvo que abandonar el escaño y concentrarse en la alcaldía.
El año pasado volvieron a la carga y aprobaron otra ley que otorga doble voto obligatorio a todos los negocios de Sydney en las elecciones municipales. La justificación democrática de esta forma de votar escapa a mi comprensión. Siendo bondadoso, podría pensarse que los asuntos de una capital financiera tan importante como Sydney son demasiado importantes como para dejarlos en manos de unos miles de habitantes simpatizantes de las bicicletas; los empresarios sin duda están más capacitados (el doble, para ser preciso) para hacer una buena elección. Para ser justos, hay que decir que otras ciudades como Londres usan un sistema similar. Sin embargo, ni aún así: en las elecciones del Sábado, las primeras con este nuevo sistema de voto, Moore salió reelegida y amplió su ventaja.
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