Desde la estación del ferrocarril, el camino abandona las calles de Blackheath y desciende hacia la cabecera del arroyo. Remontando la ladera opuesta se alcanza un mirador con amplias vistas sobre el Megalong Valley. Tras dar media vuelta, el camino desciende rápidamente de nuevo hacia el arroyo, que cruza por detrás de la cortina de agua de una cascada. El día que hice esta ruta, la temperatura era de varios grados bajo cero, lo que me permitió contemplar el precioso e inusual espectáculo de carámbanos de hielo y rocas y vegetación cubiertas por el hielo a los pies de la cascada.
En esta zona hay un pequeño laberinto de caminos. Antes de continuar el descenso junto al arroyo dediqué unos minutos para recorrer un circuito que abraza los acantilados tanto por abajo como por arriba. En estas paredes de roca pude ver docenas de escaladores. Según me informan mis fuentes en este mundillo, este es uno de los lugares favoritos de los escaladores en invierno por su fácil acceso (hay una carretera con aparcamiento y hasta aseos que llega hasta el borde del acantilado) y por su orientación soleada.
Una vez completado este pequeño circuito, cuyo camino se encuentra en unas excelentes condiciones de mantenimiento, continué el descenso por un corto y estrecho cañón llamado Centennial Pass. Este tramo fue bastante complicado de negociar debido a la humedad y el hielo sobre la roca, por lo que hubo que extremar la precaución.
A la salida del cañón, se abandona el arroyo para tomar un camino que discurre por debajo de los acantilados. En algunos tramos está un poco deteriorado y requiere precaución con el terreno húmedo. Tras un par de kilómetros sin grandes desniveles se llega al punto de salida del valle: las escaleras de Porters Pass, que rápidamente ascienden 200 metros. Tras contemplar una vez más el amplio valle de Megalong, el camino conduce de regreso a las calles de Blackheath.