Hace meses que no escribo en el blog. Tengo un puñado de temas, excursiones y fotografías pendientes de publicar, pero voy a retomar el blog con un asunto de actualidad política. Para mi sorpresa, alguno de los artículos que he publicado sobre la política australiana, como la caída de un importante cargo por culpa de una botella de vino están entre los más vistos del blog.
Ayer Australia cambió de Primer Ministro. Tony Abbott, el líder de la Coalición (el partido de la derecha) y Primer Ministro elegido por amplia mayoría en las elecciones federales de 2013 de las que hablé en su día, fue reemplazado por su Ministro de Comunicaciones, Malcolm Turnbull. Los dos años de gobierno de Tony Abbott pasarán a la historia como un periodo especialmente negro, y no solamente por el carbón. Como era previsible y anuncié entonces, Abbott ha sido un títere de la poderosa industria minera y ha promovido políticas nefastas en asuntos tales como la protección del medio ambiente, la inmigración o la igualdad de derechos. Sus declaraciones públicas han causado vergüenza ajena. Por ejemplo, el día que se quedó sin palabras tras haber sido "cazado" menospreciando la muerte de un soldado australiano en Afganistán. Incluso Obama tuvo que leerle la cartilla y forzarle a incluir el cambio climático en la agenda del G-20 cuando Australia albergó la reunión de líderes mundiales. Por si fuera poco, la economía australiana está mostrando síntomas de debilidad, lastrada por su apuesta a todo o nada en el sector minero. Abbott ha declarado que "el carbón es un bien para la Humanidad" y que tiene un gran futuro.
Con este panorama, no era de extrañar que el Primer Ministro hubiera perdido cualquier simpatía. Los sondeos se habían vuelto adversos para el gobierno, y hace unas semanas el magnate que controla el monopolio de los medios de comunicación en Australia le retiró su apoyo. El desenlace era cuestión de tiempo.
Lo que más sorprende es la velocidad y frecuencia con la que suceden estos cambios. En Australia los partidos tienen un mecanismo llamado "leadership spill", similar a una moción de censura interna, por el cual pueden cambiar a sus líderes en un tiempo récord. En este caso, en la mañana del lunes el Ministro de Comunicaciones convocó una rueda de prensa en un jardín para dar un paso al frente, dimitir de su ministerio y anunciar que quería disputar el liderazgo de Tony Abbott argumentando que los australianos se merecen un gobierno "que no insulte a su inteligencia" (recordemos que son miembros del mismo partido). Esa misma tarde los líderes del partido se reunieron y votaron despedir a Abbott como líder, y por tanto, como Primer Ministro. A la mañana siguiente Malcolm Turnbull tomaba posesión como nuevo Primer Ministro.
Esta situación no es nada extraordinaria. En los últimos 7 años se ha producido 7 veces. Tony Abbott ya sobrevivió en una ocasión, hace apenas unos meses. Durante la legislatura anterior, con los Laboristas en el gobierno, el Primer Ministro electo Kevin Rudd fue reemplazado por Julia Gillard, que a su vez superó dos mociones pero fue derrotada en la tercera ocasión, nada menos que por Kevin Rudd! Y mientras los Laboristas despilfarraban capital político con sus juegos de sillas en lugar de gobernar, la derecha también cambiaba al líder de la oposición: Malcolm Turnbull era derrotado por Tony Abbott en 2009, justo a la inversa de lo que ha sucedido esta semana.
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