Atendiendo a contador de visitas, los artículos sobre actualidad política que ocasionalmente escribo en este blog parecen tener una buena acogida. O quizás sea que los artículos sobre excursiones tienen aburrida a la audiencia. En cualquier caso, pienso seguir publicando unos y otros. Hoy toca hablar de dos temas de política y derechos.
Hace ya unos meses que Mike Baird, el Premier conservador del estado de New South Wales, sorprendió a todos anunciando que promovería la prohibición de las carreras de galgos, toda una institución en estas latitudes. Hay que tener en cuenta que Baird ha expresado una visión muy retrógrada en temas sociales como el aborto o el matrimonio homosexual, y que lleva más de un año en el centro de la polémica por su ley del "Lock-out" que restringe los horarios de apertura de los pubs para reducir la violencia relacionada con el alcohol en las madrugadas de los fines de semana en el centro de Sydney. Por eso resultó tan sorprendente que este político decidiera adoptar una causa progresista. Quizás lo hiciera porque unos reportajes sobre las fosas comunes donde acaban los galgos sacudieron las conciencias de los australianos, o quizás simplemente para distraer la atención, especialmente la de los irritados y vociferantes bebedores nocturnos. Sea como sea, su condición de abanderado de la causa animalista no duró mucho. La semana pasada Baird anunció en rueda de prensa que se "había equivocado" y que había que dar "una nueva oportunidad" a la industria de las carreras de galgos. Hay que ser bondadoso hasta la ingenuidad para pensar que Baird estaba pensando en los desolados aficionados que se iban a quedar sin pasatiempo los sábados. Todo indica que el poderoso negocio de las apuestas ha sido muy persuasivo. Las críticas no fueron elogiosas acerca de la valentía de Baird. En cualquier caso, yo extraigo dos lecturas en clave de política española. La primera, obviamente, es el paralelismo con el mundo de los toros. La segunda es que, nos guste o no la decisión que haya tomado, el señor Baird salió en rueda de prensa y dijo literalmente "I'm sorry" y "I got it wrong", y no trató de maquillar que estaba dando un giro de 180 grados. No tenemos muchos ejemplos de algo entre los políticos en España.
Mientras eso sucede en el ámbito estatal, a nivel federal siguen mareando la perdiz acerca del matrimonio homosexual. Australia se está quedando atrás y ya es uno de los pocos países "occidentales" que todavía no ha legalizado estas uniones (en España son legales desde 2005 y no se ha acabado el mundo). El clamor popular en Australia parece evidente pero la clase política parece incapaz de mover ficha. En un extraño movimiento para hacer algo sin que parezca que hacen nada, el gobierno conservador sugirió convocar un plebiscito (referendum) para que el pueblo decida, sin que sus líderes tuvieran que mojarse. La oposición laborista, supuestamente más progresista, ha decidido recientemente no apoyar la convocatoria. Este giro ha sido celebrado por los colectivos gays que temían una campaña oficial en la que ambas posturas recibirían dinero público equitativamente y que probablemente se tornaría agria y dañina. Además, los derechos no se obtienen por mayoría en un referendum: simplemente se tienen. La pelota vuelve a estar sobre el tejado del gobierno.
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