Al otro lado de las Blue Mountains, a unas tres horas en coche, se encuentra el valle de Wolgan, en los límites de otro parque nacional, el de Wollemi. La carretera desciende las verticales paredes del valle. Al cabo de unos kilómetros el asfalto se termina y la carretera se convierte en una pista de grava. Un poco más adelante se llega a un claro en el bosque donde está permitida la acampada. El remoto lugar se llama Newnes.
Aunque actualmente se encuentra despoblado (excepto por los campistas), Newnes cuenta con una sorprendente historia industrial. Hace 100 años se estableció aquí una gran refinería de pizarra bituminosa, para la que construyó una línea de ferrocarril y un oleoducto, además de un poblado para los empleados. Unas décadas después todo fue abandonado y actualmente solo quedan unas ruinas industriales prácticamente reasimiladas por la naturaleza.
Este remoto lugar, sin carretera, sin telefonía y a decenas de kilómetros de la localidad más próxima, resulta perfecto para disfrutar de la naturaleza. Al atardecer y al amanecer los canguros aparecen por todas partes, y por la noche el oscuro cielo permite disfrutar del espectáculo del firmamento del hemisferio Sur.
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