Hace un par de meses los australianos fuimos a las urnas para votar en las elecciones generales. Aunque la complejidad del sistema electoral hace que el escrutinio definitivo se prolongue durante semanas, enseguida quedó muy claro que los australianos habían otorgado una amplia mayoría al partido laborista, tras 9 años de gobiernos de la coalición conservadora y primeros ministros tan desastrosos como Tony Abbott y Scott Morrison.
El nuevo primer ministro es Anthony Albanese. Me llamó la atención la rapidez de la transición. En España estamos acostumbrados a que pasen meses desde las elecciones hasta la constitución del nuevo parlamento, la ronda de consultas con el rey, y la toma posesión del nuevo gobierno. En Australia, pese a que el escrutinio todavía estaba a medias y todavía no estaba nada claro que el partido laborista fuese a conseguir una mayoría absoluta, el gobernador general (representante local de la reina) propuso a Albanese como nuevo primer ministro, y apenas 48 horas después de las elecciones, Albanese participaba en una reunión del G7 y se reunía con Joe Biden y compañía. El nuevo parlamento no se constituyó hasta dos meses después. Este sistema australiano me impresiona por su velocidad y eficiencia, pero me inquieta por su aparente arbitrariedad. No me imagino lo que pasaría si en la actual España democrática el jefe del estado invistiese a un nuevo presidente del gobierno sin consultar con el parlamento y sin esperar a que terminase el escrutinio electoral.
Para sorpresa de propios y extraños, ya que durante la campaña electoral había pasado de puntillas sobre este asunto, las primeras palabras de Albanese durante su discurso de la victoria en la noche electoral fueron para prometer que su gobierno implementaría de forma plena las recomendaciones del documento titulado "Uluru statement from the heart".
Uluru es el nombre del famoso monolito rojizo que ocupa el centro geográfico de Australia, a miles de kilómetros de cualquier ciudad. Durante un tiempo se conoció como Ayers Rock, pero actualmente se ha recuperado el nombre aborigen. Aunque buena parte del mundo reconoce esta roca conoce como un destino turístico, Uluru es un lugar sagrado para los aborígenes que llevan viviendo en Australia desde hace más de 60,000 años, una eternidad al lado de los poco más de 200 años de presencia europea.
"Uluru statement from the heart" es un documento elaborado hace cinco años (2017) por una convención de líderes aborígenes, y que propone una serie de cambios políticos y sociales para promover la justicia y la reconciliación entre las Primeras Naciones y los recién llegados. Desde el desembarco de los colonos/convictos en 1788, la relación entre estos dos pueblos está llena de tinieblas e injusticias. El tema da para mucho más de lo que se puede describir en un blog.
Poco a poco, la justicia ha ido llegando con algunos hitos como el referéndum de 1967 que modificó la constitución de 1901 para permitir que los aborígenes fuesen contados como personas. No obstante, el marco legal todavía contiene a día de hoy reliquias como el artículo 25 de la constitución, titulado "razas descalificadas para votar", aunque en la práctica no se aplica y desde 1983 los aborígenes tienen no solo el derecho sino también la obligación de votar, como todos los demás australianos.
En "Uluru statement from the heart" se recogen tres peticiones: Voice, Treaty and Truth.
"Truth" hace referencia a la necesidad de exponer toda la verdad sobre lo sucedido desde 1788. En términos españoles, equivale a la "memoria histórica". Por ejemplo, acabar con el mito de "Terra Nullius", con el que los colonos justificaron la invasión porque Australia era una tierra vacía. O contar la historia de las matanzas y las atroces políticas de aniquilación cultural y racial llevadas a cabo por los sucesivos gobiernos.
"Treaty" se refiere al proceso de reconciliación social y búsqueda de acuerdos. Por ejemplo, actualmente la fiesta nacional (26 de Enero) conmemora la llegada de la primera flota, y resulta muy divisiva. Los opositores la llaman "día de la invasión", y cada año parece cobrar más fuerza la petición para cambiar la fecha. El modelo a seguir podría ser el neozelandés. En 1840 la corona inglesa y los Maoríes firmaron el tratado de Waitangi, y el día nacional de Nueva Zelanda celebra ese tratado, que algunos consideran el documento fundacional del país. No está exento de polémica, pero al menos celebra un acto de paz y reconocimiento mutuo.
Finalmente, "Voice" consiste en una reforma constitucional para crear un órgano parlamentario específicamente para representar a los aborígenes. Los detalles no están definidos, y hay quien habla de una tercera cámara del parlamento o algo similar. En cualquier caso, al tratarse de una reforma constitucional, debe someterse a referéndum. Esta semana el primer ministro Albanese ha propuesto el texto de la pregunta que se formulará en ese referéndum que aún no tiene fecha. La pregunta es muy sencilla y omite cualquier detalle sobre qué estructura y poderes tendrá esa "Voice". Albanese ha decidido que los australianos tendremos que votar sin conocer esos detalles. Se trata de una estrategia calculada para que el debate sea en torno a un simple "sí" o "no", con la intención de concentrar el voto del "sí". En Australia todos recuerdan el referéndum de 1999 que fracasó en el intento de declarar una república. En aquella ocasión, la pregunta contenía detalles de cómo se elegiría al presidente, lo que provocó la división en el bando republicano porque cada uno tenía una opinión distinta sobre cómo elegir al presidente.
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