viernes, 6 de diciembre de 2019

Milford Track

En 1812, marinos europeos descubrieron el maravilloso Milford Sound (del que hablaré en la próxima entrada en este blog) en la remota e inaccesible costa Oeste de la isla sur de Nueva Zelanda.  El lugar pronto se hizo famoso entre los turistas de la época, pero solo se podía acceder mediante un largo viaje en barco rodeando la isla, o navegando desde Australia. En 1888 el explorador escocés Quintin McKinnon abrió una ruta de montaña de 53 kilómetros entre el lago Te Anau y Milford Sound y comenzó a guiar grupos. Esta ruta, llamada Milford Track, enseguida atrajo a los turistas más aventureros, y en particular a mujeres. Apenas 20 años después, la poetisa y sufragista inglesa Blanche Baughan completó la ruta y escribió un artículo describiéndola como la mejor ruta del mundo. Desde entonces, la fama del lugar no ha parado de crecer.

El acceso a Milford Track está regulado, y solo está abierto 6 meses al año (en invierno la ruta está cerrada por el riesgo de avalanchas y riadas). Solo se permiten 90 caminantes por día, y todos tienen que caminar en dirección norte. Se puede hacer de manera independiente o con una empresa que ofrece un servicio de guías y comfortables alojamientos. El recorrido habitual requiere 5 días y 4 noches. La ruta se encuentra en una zona remota del parque nacional Fiordland. No hay acceso rodado a ningún punto del recorrido, por lo que es necesario realizar transbordos en barca tanto al principio como al final. Esta zona del mundo registra unas prodigiosas cantidades de lluvia, lo que permite disfrutar de innumerables cascadas y una exuberante vegetación.

Comenzando desde el embarcadero de Te Anau Downs, un viaje en barca de una hora atraviesa el lago Te Anau hasta su extremo norte pasando junto al cenotafio de Quintin McKinnon, que desapareció en esas aguas. Allí desemboca el río Clinton, por cuyo valle transcurre la ruta en sus tres primeros días. La orografía glaciar de este valle es un ejemplo de libro, con una sección en U cuyas paredes laterales se elevan 1500 metros verticalmente sobre el fondo del valle. En primavera todavía queda bastante nieve en las cumbres, lo que provoca riesgo de avalanchas sobre el valle. En los lugares más expuestos, unos carteles recomiendan no detenerse y pasar rápidamente. Los ocasionales ruidos de avalanchas invitan a tomarse la recomendación muy en serio.

La senda está en excelentes condiciones de mantenimiento, considerando las dificultades del terreno y el clima. Espectaculares puentes colgantes permiten cruzar el río, y pasarelas metálicas permiten salvar la mayoría de los torrentes que se precipitan por las paredes del valle. No obstante, las tormentas provocan inundaciones, por lo que es inevitable tener que vadear zonas inundadas y arroyos desbordados. Resulta encomiable el esfuerzo que realiza el Departamento de Conservación de Nueva Zelanda para mantener la senda abierta y razonablemente segura, y al mismo tiempo perfectamente integrada con el paisaje. Los viajeros también contribuyen, ya que en 5 días de marcha no vi nada de basura.

El tercer día de la caminata es el único que tiene un perfil difícil. La senda asciende en zigzag para elevarse sobre el valle y alcanzar McKinnon Pass, un puerto de unos 1000 metros de altura y que conecta con el siguiente valle. Las vistas desde el puerto se supone que son magníficas, pero cuando yo pasé por allí la niebla apenas me permitió ver algunos retazos. La ruta de descenso traza un amplio arco por la cabecera del valle con un cómodo gradiente, pero al principio de la temporada se encuentra cerrada por el riesgo de avalanchas. La alternativa es una variante que desciende mucho más abruptamente. Una vez completado el descenso, una ruta lateral de 90 minutos permite visitar la base de Sutherland Falls, un conjunto de tres cascadas encadenadas con un total de 580 metros de caída.

Los últimos 20 km de Milford Track son un sencillo paseo descendiendo por el valle del río Arthur, que va abriéndose progresivamente y convirtiéndose en un estuario. Varios lagos y cascadas añaden belleza al paisaje. El punto final de la ruta se llama Sandfly Point debido a unos pequeños mosquitos que producen molestas picaduras. Allí hay un embarcadero para cruzar el fiordo y terminar en Milford Sound.

No puedo decir que Milford Sound sea la mejor ruta del mundo puesto que no conozco todos los candidatos que se disputan ese título, pero sí que puedo afirmar que es un paraíso para los amantes de la naturaleza, con unos paisajes de una belleza indescriptible.










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