Las cuevas se encuentran en un bonito valle cerrado por todos lados. El río, que solo fluye en temporada húmeda, desaparece dentro de la montaña. Existen varias cuevas habilitadas para el turismo, algunas con guía y otras de visita libre. Yo visité la cueva de Wollondilly, por la que se realiza un recorrido lineal siguiendo un antiguo cauce subterráneo. La visita es bastante más exigente que la de cuevas como Valporquero o El Soplao porque hay abundantes tramos de escaleras metálicas casi verticales, pasajes bastante estrechos y techos muy bajos que obligan a caminar con la espalda doblada. Aunque no es tan espectacular como las cuevas españolas citadas, la visita a Wollondilly merece la pena.
A la entrada del complejo de cuevas hay una zona de acampada con unos equipamientos excelentes considerando lo remoto de la localización. Hay duchas con agua caliente, una cocina y un salón comunitarios, una pequeña tienda, un campo de juegos, dos pistas de tenis, etc. Como es habitual, todo perfectamente mantenido excepto las pistas de tenis, que parecen abandonadas. También hay un par de rutas señalizadas para pasear por los alrededores. Durante mi estancia en el campamento, además de los habituales canguros también se pasearon entre las tiendas unas cuantas goannas de notable tamaño.
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