sábado, 15 de febrero de 2020

Great West Walk (Parramatta - Penrith)

Hace unos meses se anunció la apertura del Great West Walk, una nueva ruta de 65 kilómetros desde Parramatta hasta Penrith. En realidad esta ruta consiste en una sucesión de parques en los suburbios occidentales de Sydney. Aunque siempre ha sido posible realizar este recorrido, en los últimos años han abierto nuevos parques y barrios residenciales, enlazando varios tramos que hasta ahora estaban un tanto inconexos.

Debido a su longitud, recorrí el Great West Walk en tres días. El tramo más oriental, entre Parramatta y Blackheath siguiendo el arroyo Toongabbie, son unos 17 kilómetros de los que ya hablé hace un año.

Los otros dos tramos los he recorrido en bicicleta. El intermedio, desde Blackheath hasta Mount Druitt, son 27 kilómetros (incluyendo algunos desvíos para explorar parques cercanos). Salvo los primeros y los últimos kilómetros, que se realizan por calles y carreteras, el resto del camino es una estupenda pista ciclista totalmente llana. Buena parte de este tramo transcurre por Western Sydney Parklands, una gran franja verde paralela al tramo norte-sur de la autovía M7. Por el camino se encuentran parques (incluyendo un jardín chino), áreas recreativas y un zoológico de reciente apertura.


El último segmento va de Mount Druitt hasta Penrith, y son 29 kilómetros (incluyendo también algunos desvíos). Una vez que se abandonan las calles de Mount Druitt, una pista ciclista avanza hacia el Noroeste hasta llegar a Ropes Crossing, una urbanización de reciente construcción. Después de callejear un poco, encontré la entrada del Wianamatta, una reserva forestal de reciente apertura, tan reciente que los mapas digitales todavía no contienen toda la información. Afortunadamente hay unas señales que indican la ruta, que en esta zona consiste en una pista forestal. Al parecer es posible ver animales salvajes en este bosque, pero durante mi visita no tuve suerte. El bosque termina en Jordan Springs, otra urbanización ajardinada y de reciente construcción. Un poco más allá se atraviesan las calles y se rodean las lagunas de Cranebrook. Tras cruzar un polígono industrial, esperaba poder enlazar con la senda fluvial del río Nepean, pero debido a las recientes riadas, la senda estaba intransitable, por lo que tuve que avanzar hacia el Sur entre naves industriales y feas carreteras. Después de una vista rápida al río, un corto recorrido hacia el Este permite llegar a la estación de Penrith.






domingo, 2 de febrero de 2020

Un momento de cambio para Australia

Hace unos días escribí sobre los incendios que están arrasando los bosques de Australia. Aunque la atención mediática mundial se ha trasladado recientemente a otros asuntos más "virales", los fuegos siguen ardiendo aunque ya no abran los telediarios.

Además de la pérdida de vidas humanas y del desastre ecológico, está por ver cuál será el impacto de estos incendios en la política Australiana. Los medios de comunicación, siempre tendentes a la hipérbole, han comparado la situación con el bombardeo de Pearl Harbour y con el ataque terrorista del 11-S. Aquellos eventos cambiaron el curso de la historia mundial. ¿Servirán los incendios para cambiar la historia de Australia, un país que ha construido su economía y su sociedad en torno a la minería? Australia es el mayor, o uno de los mayores, productores y exportadores de oro, carbón, hierro, níquel, bauxita, cobre, plata, uranio, diamantes, ópalos, cinc, plomo, litio, manganeso, titanio, gas natural y otros. Tras más de 150 años comerciando con los tesoros extraídos del subsuelo, unas pocas familias y empresas concentran una enorme riqueza y poder, y dirigen la política del país. En la última década, varios primeros ministros han caído por haber propuesto iniciativas que no eran del agrado del lobby minero, como el impuesto a las emisiones de carbono. A medida que la conciencia ecológica ha ido creciendo en la sociedad, y los combustibles fósiles han ido perdiendo competitividad ante el progreso de las energías renovables, el parlamento ha ido aprobando leyes para eliminar obstáculos para la apertura de nuevas minas, para construir (con fondos públicos) enormes infraestructuras ferroviarias y portuarias para facilitar las exportaciones minerales, y para mantener un enorme flujo de subvenciones y rebajas fiscales para las empresas mineras. Incluso la política exterior del país está orientada a promover las exportaciones (controlando el valor del dólar australiano, organizando misiones comerciales, etc.), facilitar las buenas relaciones con los principales clientes, y reventar los acuerdos internacionales contra el cambio climático.

Los incendios en Australia también han sido comparados con los huracanes Katrina y Sandy. Los científicos llevan décadas advirtiendo que el calentamiento global incrementa la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes y sequías. Pese a estas advertencias, no hemos hecho lo suficiente para reducir el riesgo o para estar más preparados. El resultado es que nuestras orgullosas ciudades, como New York o Sydney, quedan completamente desbordadas por las catástrofes.

Las proyecciones del impacto del cambio climático eran, hasta ahora, un tanto abstractas: futuras generaciones tendrían que lidiar con temperaturas más altas, con infraestructura amenazada por la subida del nivel del mar, etc. Eventos como los incendios en Australia nos deberían hacer despertar y reconocer que las consecuencias ya están aquí. Es un problema que nos afecta ahora y ni siquiera las ciudades más desarrolladas del mundo están a salvo.

Otra de las comparaciones que se han propuesto tiene que ver con las leyes sobre posesión de armas de fuego. En 1996 Australia sufrió la masacre de Port Arthur (35 muertos por un pistolero). Como ya conté en el blog, aquella tragedia conmocionó al país, que reaccionó cambiando rápidamente las leyes de posesión de armas de fuego. El año pasado, Nueva Zelanda sufrió una tragedia similar (51 muertos en Christchurch) y reaccionó de la misma manera: en apenas dos semanas se cambiaron las leyes y comenzó un programa de recompra/amnistía para que los propietarios entregaran las armas. Desde entonces, los australianos (y ahora también los neozelandeses) contemplan cómo las masacres se suceden en Estados Unidos y se preguntan "¿por qué los americanos no son capaces de reaccionar y cambiar como hicimos nosotros?". Pero en lugar de mirar a los americanos con cierto aire de superioridad, deberíamos preguntarnos por qué Australia es incapaz de reaccionar ante las crecientes catástrofes como la desaparición de la Gran Barrera de Coral o el colapso ecológico de la principal cuenca fluvial del país, por no mencionar la sequía y los incendios.

Personalmente, hay otra comparación que me viene a la cabeza. Los incendios en Australia tienen elementos en común con los terribles sucesos del 11-M en Madrid. Como en aquella ocasión, el gobierno llevaba años manteniendo políticas basadas en mentiras. Cuando las consecuencias de aquellas políticas sacudieron violentamente la seguridad de los ciudadanos, el gobierno decidió huir hacia delante y redoblar las mentiras, con el apoyo de una parte de los medios de comunicación. Durante años después de la tragedia, continuaron manteniendo tozudamente una realidad paralela sobre las causas del desastre para no admitir la serie de mentiras.