sábado, 28 de diciembre de 2013

Señales, parte segunda: naturaleza

Continuando con la serie de fotografías de señales que inicié con las "prohibiciones", hoy continuo con las señales sobre naturaleza. No incluyo la icónica señal de "canguros" que es casi un símbolo del país.







domingo, 22 de diciembre de 2013

Luces de Navidad (otra vez)

Esta es la entrada número 100 en este blog. Como el año pasado, Sydney ilumina algunos de sus edificios en las vísperas de la Navidad. Este año las luces me han impresionado menos, quizás porque ya vi las del año pasado, y los espectaculares montajes del Vivid Sydney en Mayo. La iluminación de la fachada de la catedral, aunque colorista, no sacaba demasiado partido a las formas y el relieve del edificio.






sábado, 21 de diciembre de 2013

Sydney Tower

Me sorprende que haya esperado casi un año y medio antes de subir a otear desde lo alto de la Sydney Tower, el "pirulí" que remata el skyline de Sydney en el centro del CBD. No es tan alto como otras torres a las que he subido anteriormente, la Eiffel (mirador: 280 metros), la CN Tower de Toronto (mirador: 342 metros) o el Burj Khalifa (mirador: 452 metros). En este caso, el mirador está a 260 metros de altura, más que suficiente para dominar a los rascacielos de su entorno y ofrecer una fantástica vista del paisaje de Sydney. Además, esta estructura destaca por su color dorado y por su estructura hiperboloide de cables de acero, como se ve en las fotos que tomé desde el helicóptero.

Al igual que cuando visité las otras torres, hice coincidir mi visita con la puesta de sol, para poder observar dos paisajes por el precio de una entrada. Mientras el sol se ponía por las lejanas (80 Km) Blue Mountains, las luces de la ciudad se fueron encendiendo, y también se fue deteriorando la calidad de mis fotos ya que no llevaba conmigo un trípode.





jueves, 12 de diciembre de 2013

ScalaSyd

Sydney es una ciudad de cinco millones de habitantes con una cierta presencia de empresas tecnológicas. Por tanto, hay una amplia oferta de eventos técnicos. Por ejemplo, estos días se celebra YOW, una de las conferencias más importantes, y hace apenas un mes se celebró a pocos metros de mi casa la ISWC'13, que es la conferencia más importante del mundo en el ámbito de la Web Semántica al que yo me dedicaba hasta no hace mucho.

También se celebran otros eventos más modestos en los que se reúne la comunidad local en torno a un tema concreto. Me recuerda mucho a mis tiempos de AsturLinux, la asociación asturiana de usuarios de Linux que ayudé a crear hace 15 años. En aquella época, nos reuníamos en cervecerías, centros de estudio o espacios cedidos por la universidad. Pues bien, la empresa para la que trabajo actualmente, Atlassian, alberga cotidianamente eventos de un montón de grupos técnicos. Todas las semanas hay dos o tres eventos, que generalmente se repiten con periodicidad mensual. Por ejemplo, hay un grupo sobre Javascript, otro sobre Python, etc. La oferta es muy tentadora, teniendo en cuenta que sólo tengo que coger el ascensor desde mi puesto hasta el salón de actos, y además siempre hay grandes cantidades de pizza y cerveza gratis para todos los asistentes (la mayoría no son empleados de Atlassian). Para ser sinceros, hay que decir que Atlassian no es la única empresa que aloja este tipo de eventos. Por ejemplo, las oficinas de Google en Sydney, apenas a 5 minutos andando desde mi casa, también hospedan eventos con frecuencia.

Ayer se celebró en Atlassian la reunión de diciembre del grupo de ScalaSyd. Si no sabes lo que es Scala... es un poco largo de explicar, pero sigue leyendo. En esta ocasión, el cartel era de lujo y se completó el aforo de 100 personas para escuchar a los tres ponentes. La charla final corrió a cargo del renombrado profesor Philip Wadler, una eminencia en el mundo de la programación funcional. Fue muy especial para mi porque dedicó casi toda su intervención a describir un concepto denominado "clases de tipos" y cómo implementar las "clases de tipos" en un lenguaje de programación funcional. Eso me trajo muchos recuerdos, porque fue precisamente el tema de mi proyecto fin de carrera, que redacté hace ahora exactamente 10 años (PDF). No en vano, mi proyecto se basaba en parte en los trabajos de Wadler, a quien cité 8 veces. Después de defender mi proyecto, no continué investigando por esa línea, y no me podía imaginar que una década después volvería a refrescar esos temas de primera mano.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Jenolan Caves

Hoy visité las Jenolan Caves, un enorme complejo de cavernas situado en las Blue Mountains, a unas 3 horas de Sydney. Presumen de ser las cuevas más antiguas del mundo, y también una de las primeras atracciones turísticas de Australia a pesar de lo aisladas que están (o estaban). Al parecer, algunas cuevas fueron equipadas con bombillas antes de que muchos australianos hubieran visto una bombilla en la ciudad. También construyeron un impresionante albergue de estilo europeo.

Algunas de estas cuevas están habilitadas para visitas, con mayor o menor dificultad. Las hay que son un mero paseo, y también las hay reservadas para expertos. Yo visité una algo exigente, a la que se accede mediante un breve "rappel" y que después incluye varios pasos muy estrechos. Uno de ellos se llama "letterbox", lo que da una idea de su anchura. Otro se conoce como el "sifón" y requiere poner en práctica las habilidades de contorsionista.

Un detalle que me ha llamado la atención es que los guías ponían especial cuidado en que no apoyásemos las manos en ciertas rocas. El motivo es que en ellas había pintadas y firmas garabateadas por los primeros europeos que se metieron en las cuevas. Resulta un tanto curioso que se protejan estos rayones relativamente recientes en una roca de 340 millones de años de antigüedad. Lo que hoy consideraríamos gamberrismo sólo ha necesitado 100 años para convertirse en un documento histórico, y no decenas de miles de años como el arte rupestre de Altamira o Tito Bustillo.





lunes, 2 de diciembre de 2013

Wondabyne - Patonga

Ayer hice la ruta entre Wondabyne y Patonga en el enorme estuario del río Hawkesbury. Al punto de partida llegué en tren, aunque con la peculiaridad de que el andén de Wondabyne es tan minúsculo que hay que colocarse en una puerta concreta de un vagón concreto para poder bajar del tren. Es más, el apeadero de Wondabyne ni siquiera tiene accesos rodados: sólo se puede llegar a él mediante tren (obviamente), por el embarcadero, o mediante una senda que sube más de 100 metros de desnivel por la ladera.

Esa senda forma el primer tramo de un recorrido de 20 kilómetros por el bosque australiano. Por el camino seguimos la pista de unos canguros, y nos encontramos una serpiente de más de un metro de longitud que por suerte vimos a tiempo. También aprovechamos para subir el monte Wondabyne, de 200 metros de altura (no, no falta ningún cero). Su silueta picuda se observa en una de las fotografías.

La comunidad de Patonga, punto final de la ruta, es un poblado relativamente aislado comunicado mediante ferry, taxi acuático y un caro microbus fletado por el pub del pueblo. En su bonita playa se encuentra un célebre fish&chips de los que sirven la grasienta comida envolviéndola en papel.