Hace unas semanas dediqué una entrada en este blog al ministro de Transportes de Nueva Gales del Sur a propósito de la
calamitosa gestión de la renovación de parte de la flota de transbordadores. Sin embargo, eso es solo la punta del iceberg. El ministerio está recibiendo fuertes críticas por su gestión de otros medios de transporte aún más populares que los transbordadores.
Sydney es una ciudad de 5 millones de habitantes y una enorme extensión. Muchos de ellos utilizan sus vehículos privados para desplazarse al trabajo a través de una red de autopistas de peaje y calles urbanas. El ministerio está ejecutando un carísimo megaproyecto de nuevas autopistas subterráneas de peaje que parece no convencer a nadie. El tren es también muy popular: cada día se realizan más de un millón de viajes en ferrocarril "pesado", ya que Sydney no dispone aún de una red de metro.
La red de ferrocarriles es antigua y algo caótica. Varias de las líneas estaban al cerca del límite de saturación hasta que hace un par de meses el ministerio renovó los horarios y añadió nuevos servicios. Algunas voces con conocimiento de la materia indicaron que llevar la red al límite teórico de su capacidad tendría consecuencias negativas, ya que se eliminaba el margen para recuperarse de cualquier incidente. Los hechos no tardaron en darles la razón. En las últimas semanas, una sucesión de averías, huelgas y tormentas han causado varios colapsos, dejando a miles de viajeros tirados en las estaciones, atrapados en los trenes o haciendo colas durante horas esperando a que pasase un tren que no estuviera lleno. Por ejemplo, un día hubo un incendio por la mañana en unos andamios en un edificio en demolición junto a la estación de Circular Quay, en el corazón de la ciudad. Aunque sólo una fracción de las líneas de tren pasan por la estación de Circular Quay, el caos se propagó a otras líneas y 6 horas después, en plena hora punta de la tarde, varias de las líneas tenían serios retrasos.
Los accidentes parecen haberse multiplicado también. En los últimos meses, dos trenes han chocado contra los topes de vía en sus estaciones terminales, causando docenas de heridos. Esta semana un tren se ha incendiado en medio de las Blue Mountains y afortunadamente todos los viajeros han podido ser evacuados. Los gestores ferroviarios han tenido que dar marcha atrás y han anunciado una reducción de frecuencias y servicios para aliviar la saturación.
No resulta sorprendente que los trenes de la línea que llega a las Blue Mountains se incendien. Los vehículos que sirven esta línea tienen 30-40 años de antigüedad y parecen piezas de museo. Afortunadamente hay un plan para reemplazarlos. En 2016 el ministerio adjudicó un contrato de más de 2 billones de dólares a una empresa coreana para construir nuevos trenes específicamente para esa línea. El primero de los trenes llegará a Australia el próximo año. Solo hay un problema. La línea de las Blue Mountains,
de la que también hablé en este blog, es antigua y tiene múltiples túneles y una veintena de pequeñas estaciones. Y aunque parezca difícil de creer, los nuevos trenes encargados a medida a Corea son demasiado anchos para los túneles y los andenes de la ruta. Así, como suena: l
os nuevos trenes no caben por los túneles. Miden 3.1 metros de ancho, 10 centímetros más que los actuales trenes. El ministerio ha reconocido que efectivamente habrá que hacer algunas obras para ensanchar determinados túneles y andenes, por un coste aún no especificado. Previsiblemente las obras obligarán a cerrar la línea durante meses. Las autoridades ofrecen argumentos contradictorios: por un lado dicen que de esta manera la línea de las Blue Mountains tendrá las misma características que otras líneas. Por otro lado, están estudiando
reducir los márgenes de seguridad, que actualmente exigen una distancia de 20 centímetros entre el vehículo y la pared del túnel, para evitar tener que reconstruir la línea. Es inevitable preguntarse cómo es posible adjudicar un contrato de 2 billones de dólares para construir trenes "a medida" y encontrarse después con este problema. Aprovechando la oportunidad, el colegio de ingenieros de Nueva Gales del Sur ha recordado que la legislación de este estado no requiere que un ingeniero profesional firme el proyecto, lo que sugiere la terrible visión de que el contrato pudiera haber sido negociado por burócratas que no saben usar una cinta métrica.