Estaba preparando un artículo sobre un interesante caso de corruptelas políticas que nos mantiene entretenidos aquí en Nueva Gales del Sur desde hace semanas, pero la rabiosa actualidad me obliga a aparcar ese tema y en su lugar hablar de las sensacionales noticias de los últimos dos días en relación con Scott Morrison, quien hasta hace unos meses era el Primer Ministro de Australia.
Hace apenas unos días califiqué a Scott Morrison y su gobierno de "desastroso". Su gestión de los apocalípticos incendios de hace 3 años, o las ineficacias durante la pandemia (Australia fue la última en recibir vacunas o test rápidos), o su inacción contra el cambio climático merecen ese calificativo como mínimo. Lo que acabamos de descubrir es hasta qué punto era también autocrático y megalómano.
Una de las frases favoritas de Morrison para eludir responsabilidades era "ese no es mi trabajo". La repitió tantas veces y con tan poca sensibilidad que la oposición la usó contra él. Por ejemplo, tras ser pillado de vacaciones en Hawaii durante los días más terribles de los incendios que destruyeron 14 millones de hectáreas, 3000 edificios y costaron 34 vidas, sus primeras palabras al regresar a Australia han quedado para la historia: "I don't hold a hose, mate" (yo no sujeto la manguera, colega). Es decir, sus vacaciones estaban justificadas porque su trabajo no es apagar incendios.
Apenas unas semanas después de perder las elecciones y dejar de ser Primer Ministro, el señor Morrison participó en un sermón en la iglesia de Margaret Court, otra figura polémica que tras arrasar en el tenis femenino con más títulos que Rafa Nadal, se metió a predicadora contra los homosexuales. En ese sermón, el recién salido Primer Ministro predicó que no se puede confiar en el gobierno y mucho menos en las Naciones Unidas.
Lo que hasta ahora no sabíamos es que durante su gobierno, Morrison había acaparado en secreto buena parte de las carteras ministeriales. Aquí hay que hacer un inciso y explicar que en los sistemas de gobierno tipo Westminster como el británico y por herencia el australiano, el poder ejecutivo está repartido entre los ministros. Determinados ministros disponen de cierta autoridad o poderes. Por ejemplo, como Novak Djokovic descubrió el pasado enero, el Ministro de Inmigración puede decidir de manera esencialmente arbitraria rescindir un visado y deportar a cualquier visitante, sin que la justicia pueda impedírselo. Por tanto, la separación de estos poderes ejecutivos para evitar abusos se considera muy importante.
La noticia saltó hace dos con la publicación de un libro que desvelaba que en los últimos dos años el Primer Ministro Scott Morrison se había nombrado a si mismo, en completo secreto, ministro de Salud, ministro de Finanzas, y ministro de Industria, Ciencia, Energía y Recursos. Al día siguiente se descubrió que la lista incluía otros dos ministerios más: Interior y Economía. Es decir, prácticamente todos los ministerios importantes. El Gobernador General (representante de la reina en Australia), cuyas funciones incluyen tomar juramento a los ministros, confirmó la veracidad de la noticia.
A diferencia de España, aquí no hay un BOE donde se publiquen los actos de gobierno. El señor Morrison solo necesitó el visto bueno de un comité de ministros, pero como la ley no indica cuántos ministros deben formar parte del comité, Morrison decidió estos nombramientos tras consultar con un comité formado por... solo él mismo. Y no fue solo una vez: los nombramientos sucedieron en varias etapas a lo largo de un año.
¿Y qué pasó con los ministros "salientes"? Pues que salvo una excepción, tampoco fueron informados. Es decir, siguieron ejerciendo sus funciones ministeriales, participando en las reuniones del gabinete, explicando su acciones en el parlamento y la ciudadanía, ignorantes de que compartían su ministerio con Morrison. Al descubrir el engaño y la traición, algunos han pedido la cabeza de Morrison, que actualmente sigue siendo diputado (además de predicador dominical, ya sabemos que le gusta pluriemplearse).
Esta mañana el señor Morrison ha dado una rueda de prensa. Como corresponde a una situación tan surrealista, las explicaciones han sido también surrealistas. Según Morrison, se nombró a sí mismo ministro de casi todo porque eran tiempos de crisis extraordinarias (COVID, etc.) y convenía tener un reemplazo para sus ministros por si sucedía algo. Los ministros no fueron informados porque Morrison no quería distraerles de sus funciones y minar su confianza. Y en cuanto al parlamento y el pueblo australiano, no se les informó porque hubiera cundido el pánico. En resumen: fue un sacrificio por la patria.
¿Usó el mega ministro sus poderes ministeriales? Sabemos que sí, al menos en un caso reconocido por él mismo. Al parecer intervino en una licencia de una nueva explotación de gas.
Varios comentaristas han señalado que esta situación constituye uno de los mayores ataques al sistema democrático australiano. El Primer Ministro esencialmente se convirtió en Presidente y acaparó en secreto todo el poder ejecutivo sin rendir explicaciones a nadie. Espero que el sistema sepa reaccionar y poner mecanismos para evitar derivas autocráticas. Para empezar, quizás inventar un BOE para publicar los nombramientos de forma oficial.