De camino a Port Stephens, hice una parada en el Australia Reptile Park, un pequeño zoológico con fauna del país. Además de dar de comer a los canguros y observar a los perezosos koalas, pude presenciar cómo se "ordeña" el veneno mortal de una araña para preparar el antídoto.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
Port Stephens, animales y dunas
El pasado Sábado fui a Port Stephens, una pequeña localidad costera 200 kilómetros al norte de Sydney. Es un destino popular de vacaciones y escapadas para los habitantes de la ciudad por la belleza de su bahía, sus grandes playas y sus aguas cristalinas. Una de las principales atracciones consiste en realizar breves cruceros para avistar delfines y ballenas. Efectivamente pude ver algunos delfines, aunque no tantos como esperaba. También exploré una zona de dunas costeras en un vehículo 4x4, como si fuera una etapa del Dakar. En una de las dunas más altas se podía practicar el sandboarding, que es como hacer surf por las dunas de arena fina.
De camino a Port Stephens, hice una parada en el Australia Reptile Park, un pequeño zoológico con fauna del país. Además de dar de comer a los canguros y observar a los perezosos koalas, pude presenciar cómo se "ordeña" el veneno mortal de una araña para preparar el antídoto.
De camino a Port Stephens, hice una parada en el Australia Reptile Park, un pequeño zoológico con fauna del país. Además de dar de comer a los canguros y observar a los perezosos koalas, pude presenciar cómo se "ordeña" el veneno mortal de una araña para preparar el antídoto.
sábado, 14 de septiembre de 2013
A Wollongong en tren de vapor
Ayer visité Wollongong, una ciudad costera a unos 80 kilómetros al sur de Sydney. Apenas estuve allí tres horas, lo suficiente para dar un paseo por el puerto, el faro y las playas. Un poco más al sur se veía la silueta de unas plantas industriales tras una larga playa, en la que sobresalían unos altos hornos, lo que me trajo recuerdos de Avilés y Gijón.
Lo más interesante de la visita fue el viaje en sí. Para ir desde Sydney hasta Wollongong, me subí en unos vagones vintage propulsados por la 3642, una locomotora de vapor del año 1925. Se trata de un tren mantenido por voluntarios nostálgicos, y que de vez en cuando hace rutas como la de ayer. El viaje duró unas dos horas, y atravesó el Royal National Park y la franja costera cercana a Wollongong. Fue una experiencia muy bonita que me ayudó a comprender cuánto han mejorado los trenes en confort y seguridad.
El viaje de regreso fue también especial. Lo realicé en un ferry que bordeó la costa del Royal National Park hasta regresar a Sydney. Durante el camino, algunos delfines se dejaron ver fugazmente, aunque no tuvimos tanta suerte con las ballenas, que no se presentaron. Debido al tiempo tempestuoso, la navegación fue... interesante, aunque buena parte del pasaje no pareció disfrutar tanto. Mientras entrábamos en las aguas más tranquilas del puerto de Sydney, el sol se ponía detrás de la ciudad.
Lo más interesante de la visita fue el viaje en sí. Para ir desde Sydney hasta Wollongong, me subí en unos vagones vintage propulsados por la 3642, una locomotora de vapor del año 1925. Se trata de un tren mantenido por voluntarios nostálgicos, y que de vez en cuando hace rutas como la de ayer. El viaje duró unas dos horas, y atravesó el Royal National Park y la franja costera cercana a Wollongong. Fue una experiencia muy bonita que me ayudó a comprender cuánto han mejorado los trenes en confort y seguridad.
El viaje de regreso fue también especial. Lo realicé en un ferry que bordeó la costa del Royal National Park hasta regresar a Sydney. Durante el camino, algunos delfines se dejaron ver fugazmente, aunque no tuvimos tanta suerte con las ballenas, que no se presentaron. Debido al tiempo tempestuoso, la navegación fue... interesante, aunque buena parte del pasaje no pareció disfrutar tanto. Mientras entrábamos en las aguas más tranquilas del puerto de Sydney, el sol se ponía detrás de la ciudad.
sábado, 7 de septiembre de 2013
Art Gallery y elecciones
Ayer visité la NSW Art Gallery, el museo de arte clásico más importante de la ciudad. Me sorprendió por su tamaño, que difícilmente se adivina al mirar la fachada. Una vez dentro descubrí que han excavado unas cuantas plantas subterráneas, y lo que parecía una visita corta se convirtió en varias horas de pasear por las galerías. Incluso tuve que hacer un descanso para comer el restaurante del museo. Lo que más me gustó fue la sección de arte aborigen y el ala dedicada a la pintura clásica europea o de inspiración europea, que me recordó al Louvre o a El Prado. Las exposiciones temporales me dejaron un poco más frío: la de Sydney Modern describe la modernización de la ciudad, por ejemplo la construcción del Harbour Bridge, y la de dibujos y grabados españoles es un poco aburrida.
Tras la visita al museo y un paseo por los jardines botánicos para aprovechar el día veraniego que disfrutamos ayer, volví a casa y estuve siguiendo con curiosidad el resultado de las elecciones legislativas australianas. Como estaba previsto, hubo un cambio de color político, y el gobierno laborista pagó el desgaste de sus peleas internas y salió fuertemente derrotado. Durante los próximos años, Australia tendrá un gobierno liberal. Conviene aclarar que "liberal" significa "conservador". El nuevo primer ministro, el tercero este año, Tony Abbott, tiene unas ideas retrógradas en asuntos como la ecología y los derechos civiles. También tiene una reputación de escasa simpatía por la causa feminista, con algunas declaraciones que harían sonrojarse a Silvio Berlusconi. Para completar el perfil, añadamos que es un ex-seminarista católico de educación jesuita, activista pro-monárquico y que destacó como boxeador en la universidad de Oxford.
Mi impresión es que la campaña ha sido menos asfixiante que las españolas, quizás porque el resultado parecía inamovible desde el principio. Como aquí no tienen que soportar los terribles niveles de corrupción, crisis y paro que sufre España, la campaña se ha centrado en otros temas. Por ejemplo, el balance entre la conservación del entorno y una economía basada en el sector primario. En los últimos años, Australia ha conseguido soslayar la crisis gracias a sus enormes exportaciones de carbón, hierro y gas natural. El gobierno laborista saliente a duras penas consiguió establecer un impuesto sobre el CO2, para que las empresas contaminantes pagasen. Pese a ello, las emisiones de CO2 per capita de Australia duplican a las de otros países poco ejemplares como España. El nuevo Primer Ministro, negacionista o por lo menos escéptico del cambio climático y con preocupantes lagunas en química, ha prometido eliminar rápidamente este impuesto verde. En su famoso documental, Al Gore citaba a Upton Sinclair: "Es difícil que una persona entienda algo si su salario depende de que no lo entienda".
Las infraestructuras de banda ancha también han sido tema de debate. El gobierno saliente puso en marcha un plan llamado NBN para paliar el absurdo atraso tecnológico de Australia, un país rico donde las conexiones a Internet no están a la altura. El nuevo gobierno, más preocupado por cuadrar las cuentas públicas y tener una Hacienda con superávit, ha anunciado que continuará con una versión descafeinada del NBN, sustituyendo la fibra óptica por otras tecnologías más baratas pero que quedaron obsoletas el siglo pasado.
Otros asunto que ha surgido durante la campaña ha sido el matrimonio homosexual, cuya aprobación parece imposible a la vista de las posiciones poco progresistas del nuevo gobierno. También se ha discutido sobre la inmigración, tanto la legal (visas de trabajo como la mía) como la ilegal (llegada de barcas llenas de inmigrantes a las costas del norte de Australia). En este último tema, los dos grandes partidos parecen competir para ver quién tiene una postura menos solidaria.
La cobertura que han hecho los medios de la campaña y las elecciones también me ha sorprendido. La prensa y televisión, fuertemente controladas por un único empresario, se han decantado de forma casi unánime por los conservadores. No han ahorrado en descalificaciones sin delicadeza hacia el gobierno saliente ("Echemos a esta mafia", titulaba el Daily Telegraph) o en poco sutiles indicaciones para los votantes ("Australia necesita a Tony", proclamaba el Sydney Morning Herald a toda página el pasado domingo). Ayer estuve zapeando para ver la cobertura de la noche electoral en distintos canales. Casi se me atraganta la cena al ver cómo el Channel Nine procedía a arrojar a los tiburones a los cargos electos desalojados, ante el regocijo de los comentaristas políticos. El video habla por si mismo.
Tras la visita al museo y un paseo por los jardines botánicos para aprovechar el día veraniego que disfrutamos ayer, volví a casa y estuve siguiendo con curiosidad el resultado de las elecciones legislativas australianas. Como estaba previsto, hubo un cambio de color político, y el gobierno laborista pagó el desgaste de sus peleas internas y salió fuertemente derrotado. Durante los próximos años, Australia tendrá un gobierno liberal. Conviene aclarar que "liberal" significa "conservador". El nuevo primer ministro, el tercero este año, Tony Abbott, tiene unas ideas retrógradas en asuntos como la ecología y los derechos civiles. También tiene una reputación de escasa simpatía por la causa feminista, con algunas declaraciones que harían sonrojarse a Silvio Berlusconi. Para completar el perfil, añadamos que es un ex-seminarista católico de educación jesuita, activista pro-monárquico y que destacó como boxeador en la universidad de Oxford.
Mi impresión es que la campaña ha sido menos asfixiante que las españolas, quizás porque el resultado parecía inamovible desde el principio. Como aquí no tienen que soportar los terribles niveles de corrupción, crisis y paro que sufre España, la campaña se ha centrado en otros temas. Por ejemplo, el balance entre la conservación del entorno y una economía basada en el sector primario. En los últimos años, Australia ha conseguido soslayar la crisis gracias a sus enormes exportaciones de carbón, hierro y gas natural. El gobierno laborista saliente a duras penas consiguió establecer un impuesto sobre el CO2, para que las empresas contaminantes pagasen. Pese a ello, las emisiones de CO2 per capita de Australia duplican a las de otros países poco ejemplares como España. El nuevo Primer Ministro, negacionista o por lo menos escéptico del cambio climático y con preocupantes lagunas en química, ha prometido eliminar rápidamente este impuesto verde. En su famoso documental, Al Gore citaba a Upton Sinclair: "Es difícil que una persona entienda algo si su salario depende de que no lo entienda".
Las infraestructuras de banda ancha también han sido tema de debate. El gobierno saliente puso en marcha un plan llamado NBN para paliar el absurdo atraso tecnológico de Australia, un país rico donde las conexiones a Internet no están a la altura. El nuevo gobierno, más preocupado por cuadrar las cuentas públicas y tener una Hacienda con superávit, ha anunciado que continuará con una versión descafeinada del NBN, sustituyendo la fibra óptica por otras tecnologías más baratas pero que quedaron obsoletas el siglo pasado.
Otros asunto que ha surgido durante la campaña ha sido el matrimonio homosexual, cuya aprobación parece imposible a la vista de las posiciones poco progresistas del nuevo gobierno. También se ha discutido sobre la inmigración, tanto la legal (visas de trabajo como la mía) como la ilegal (llegada de barcas llenas de inmigrantes a las costas del norte de Australia). En este último tema, los dos grandes partidos parecen competir para ver quién tiene una postura menos solidaria.
La cobertura que han hecho los medios de la campaña y las elecciones también me ha sorprendido. La prensa y televisión, fuertemente controladas por un único empresario, se han decantado de forma casi unánime por los conservadores. No han ahorrado en descalificaciones sin delicadeza hacia el gobierno saliente ("Echemos a esta mafia", titulaba el Daily Telegraph) o en poco sutiles indicaciones para los votantes ("Australia necesita a Tony", proclamaba el Sydney Morning Herald a toda página el pasado domingo). Ayer estuve zapeando para ver la cobertura de la noche electoral en distintos canales. Casi se me atraganta la cena al ver cómo el Channel Nine procedía a arrojar a los tiburones a los cargos electos desalojados, ante el regocijo de los comentaristas políticos. El video habla por si mismo.
domingo, 1 de septiembre de 2013
Royal National Park: Cronulla - Bundeena - Little Marley
Hoy fui de excursión por vez primera al Royal National Park, situado a unos 30 kilómetros al sur del centro. El trayecto hasta Cronulla se realiza en tren, recorriendo barrios residenciales de forma ininterrumpida. En Cronulla hay que coger un pintoresco y peligrosamente sobrecargado ferry para cruzar hasta Bundeena, ya en territorio del Royal National Park. El paseo de hoy consistió en recorrer la senda costera por la cresta de los acantilados hasta las playas de Marley y Little Marley. Este camino figura en las guías como de "dificultad media", pero la calificación es un tanto bochornosa y hace que la subida al Monsacro se convierta en himalayismo. En realidad la senda es muy sencilla y no tiene pérdida. Las playas de Marley están agradablemente alejadas de la civilización y forman un conjunto espectacular.
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