Hoy se celebran elecciones generales en Australia para renovar las cámaras del parlamento, que a continuación elegirán al nuevo Primer Ministro. En este blog ya he hablado de varias elecciones anteriores, indicando algunas de las diferencias con el sistema español, por ejemplo con ocasión de las elecciones generales de hace 3 años. Para mi, esta ha sido la primera vez que acudo a las urnas en Australia, ya que las elecciones de hace 3 años coincidieron con mi obtención de la ciudadanía, y las municipales del año pasado me pillaron fuera del país y tuve que votar por correo.
Hay un buen número de diferencias con respecto a las votaciones en España. Para empezar, Australia es uno de los pocos países del mundo donde el voto es obligatorio. Sobre esto hay opiniones para todos los gustos, desde los que dicen que participación de todos los ciudadanos legitima el resultado hasta los que dicen que fomenta el desapego. Entre otras consecuencias, la obligación de votar evita que los partidos especulen con la participación, o que el buen/mal tiempo influya en los resultados, y también elimina la posibilidad de suprimir el voto de ciertos grupos como sucede en América.
En segundo lugar, no hay mesas asignadas. Los ciudadanos pueden votar en cualquier colegio electoral, lo que es muy curioso porque las elecciones son por circunscripciones (151) que eligen a un único parlamentario, así que el valor de un voto puede variar mucho según donde se emita.
Otra diferencia muy sorprendente: al llegar al colegio electoral solo hay que dar el nombre. Los funcionarios buscan el nombre en un enorme libro con el censo completo, como si fuera una guía telefónica. No hace falta presentar ningún carnet para probar la identidad. Cuando el funcionario localiza el nombre, lo tacha del enorme listín y hace una pregunta: "¿ha votado ya usted en estas elecciones?". Si la respuesta es negativa, el funcionario entrega dos papeletas (una para cada cámara). Efectivamente: la votación es básicamente un sistema de honor. El estado confía en que la inmensa mayoría de la población no va a mentir sobre su identidad y no va a pasarse todo el día yendo de mesa en mesa para votar múltiples veces. Algunos partidos han propuesto que habría que pedir algún documento para verificar la identidad, pero la tradición parece muy arraigada, y según los estudios, el nivel de fraude es muy bajo.
Los australianos eligen a personas, no a partidos. En la papeleta verde de la cámara baja hay una lista de candidatos (8 en mi circunscripción). Para que el voto sea válido, hay que poner un número del 1 al 8 junto al nombre de cada candidato, por orden de preferencia. Si te olvidas de votar a alguno de los candidatos, o los números no son correlativos, el voto es nulo. Esto significa que todos los australianos están obligados a expresar su grado relativo de preferencia respecto a todas las opciones políticas. Para facilitar esta tarea, los candidatos emiten unas guías de "how to vote", en las que sugieren como rellenar la papeleta. Estas guías forman parte de la publicidad electoral, y también se distribuyen mediante voluntarios en la puerta del colegio. Obviamente cada candidato se pone como número 1 en su guía, y luego se retrata exponiendo sus preferencias con respecto al resto de candidatos en función a sus afinidades políticas o pactos de recomendación mutua. Esto provoca ciertos escándalos, por ejemplo cuando un candidato que se proclama moderado y de centro pone a candidatos ultras, populistas y racistas por delante de sus principales rivales.
La papeleta del senado es aún más complicada y parece una sábana. Se presentan más de un centenar de candidatos (para 6 puestos). Afortunadamente no hay que puntuarlos a todos. Hay dos formas de rellenar esta papeleta. En la parte superior ("above the line") están los nombres de los partidos. Basta con poner números del 1 al 6, aunque si se quiere se puede continuar hasta puntuarlos a todos. El voto no va para el partido, sino para los 6 candidatos nominados por el partido. Pero si se quiere votar individualmente a las personas, se puede hacer en la parte inferior de la papeleta.
En el caso de la cámara baja, si alguno de los elegidos no puede completar la legislatura, por ejemplo por dimitir tras algún escándalo o para presentarse a otro puesto, se convocan nuevas elecciones en la circunscripción correspondiente para elegir a un sustituto. En el sistema australiano el "transfugismo" no existe con la misma connotación que en España, ya que en la votación queda muy claro que el electorado ha elegido a la persona y no al partido, y el concepto de "lealtad" al partido (o al líder del partido) es mucho menor que en España.
Quizás debido al sistema de pequeñas circunscripciones (alrededor de 100,000 habitantes), los políticos australianos son más cercanos y accesibles. Los ciudadanos conocen el nombre de su parlamentario, que no solo vive allí sino que además tiene un local en la calle principal del pueblo o ciudad, como si fuera el frutero o el kiosquero. Los ciudadanos pueden ir allí para discutir sus problemas. Los datos de contacto de los parlamentarios, como su teléfono móvil, están disponibles en su página web (por ejemplo, esta ha sido mi diputada durante los últimos 3 años), que también incluye su currículum, titulaciones, discursos en el parlamento, votaciones, etc. He tratado de encontrar algo similar en España y lo más parecido es la impersonal página web de los grupos electorales con una dirección de contacto genérica.
Volviendo a la jornada electoral, las personas que facilitan la votación en el colegio electoral no son ciudadanos elegidos por sorteo como en España, sino funcionarios de la comisión electoral. Los ciudadanos (y los partidos) pueden apuntarse como observadores, pero no participan en la ceremonia ni en el recuento. La urna parece más un buzón de sugerencias junto a la puerta de salida que una urna de metacritalo ferozmente guardada por el presidente y el resto de la mesa. Teniendo el cuenta que el recuento puede durar semanas, y que algunas urnas abren dos semanas antes de la jornada electoral para permitir el voto presencial adelantado, parece inevitable que los involucrados sean necesariamente funcionarios.
Una tradición muy australiana es la llamada "Democracy Sausage": grupos de vecinos instalan una barbacoa y venden salchichas a la salida del colegio electoral para recaudar fondos para causas benéficas. En mi colegio electoral también pude ver mesas llenas de dulces caseros (cuidadosamente anotados con una lista detallada de ingredientes), también a la venta para recaudar fondos. Todo ello contribuye a dar una nota festiva a la jornada electoral.
Actualización (3/Jul/2022): tras las elecciones, una nueva diputada ha sido elegida en mi circunscripción. Es una mujer de ascendencia China, cuyos padres llegaron a Australia huyendo de Laos durante la guerra de Vietnam. A las pocas semanas de salir elegida, me ha llegado por correo una tarjeta de presentación que incluye no solo los datos de contacto de la nueva parlamentaria, sino también un formulario para hacerle llegar una lista de asuntos que preocupan a cada ciudadano: